Las reformas en casa son un engorro. Necesario, pero engorro, especialmente porque a menudo nos hacemos las preguntas incorrectas o, mejor dicho, no encontramos la pregunta más importante de todas.
Si crees que, al querer reformar el baño, la cocina, el salón… o toda la casa, la pregunta mágica es "¿cuánto me va a costar?" estás errando el tiro. Del mismo modo que si te estás preguntado exclusivamente qué quiero hacer con mi casa.
No decimos que sean preguntas que no haya que hacerse, pues es fundamental saber cuánto nos queremos gastar, o lo que pretendemos hacer o, también –y esto nos lo preguntamos poco–, cuánto tiempo vamos a tener la casa patas arriba.
Sin embargo, si estás planteando una reforma en casa, prácticamente independientemente de tu edad, te deberías hacer una pregunta fundamental que casi nadie se hace: ¿hasta cuándo?
Sí, parece una pregunta absurda, o incluso una canción de reggaeton, pero es una de las cuestiones fundamentales que deberías abordar antes de hacer una obra en casa. El hasta cuándo, en este caso, apunta a un factor clave: ¿quién queremos que viva en esa casa dentro de 10, 15 o 20 años o si, aparentemente, va a ser la última reforma que queramos acometer?
No es un tema menor pensar en nuestro yo del futuro cuando nos metemos en reformas domésticas, sobre todo si pensamos en espacios complicados como la cocina o el cuarto de baño, dos de las estancias que más acondicionamiento necesitan a medida que nos hacemos mayores.
La pregunta para tu yo del futuro
Insisto, por haberme comido alguna reforma familiar de parientes cercanos que rondaban o superaban los cincuenta años, en que es importante habilitar la casa para nuestro yo del futuro y saber quién pretendemos que la habite en ese plazo de una década o dos décadas. Del mismo modo que si pretendemos meter mano a una casa en la que vaya a haber niños –o esté planteado tenerlos– a corto y medio plazo.
En el baño y en la cocina es especialmente notable que deberíamos, sobre todo en el primero, ser conscientes de qué vamos a necesitar en un medio plazo si somos personas mayores.
El plato de ducha con agarres y asideras, en detrimento de la bañera; permitir un mayor espacio en la ducha por si se necesitase ayuda de terceros en el aseo cotidiano; algo tan aparentemente tonto como la altura a la que estará la alcachofa de la ducha; dar más margen al inodoro para que igualmente sea cómodo y, sobre todo, dejemos de tener, tanto en el baño como en la cocina, la casa repleta de altillos que son inaccesibles o suponen un riesgo de caídas aumentado a medida que envejezcamos.
Pero no solo eso. La altura de las encimeras, la accesibilidad a determinados electrodomésticos, el tipo de frigorífico que puedes necesitar, cambiar el tipo de cocina a gas o a inducción… Todos esos elementos importan más de lo que crees.
En el mismo sentido, no nos vamos a andar agachando igual con ochenta años que con sesenta, pero si planteamos una reforma a los sesenta y tantos, concibamos si pretendemos que sea el último o penúltimo cambio que le vamos a meter a la casa para que nuestro yo del futuro no se arrepienta de aquellos altillos más que altos, o de esa ducha estrecha que impide ser asistido.
Imágenes | Imagen de pvproductions en Freepik / Imagen de tonodiaz en Freepik