Cómo hacer humus de lombriz casero: el abono más eficaz que existe para tu huerto

El humus de lombriz no solo mejora el suelo: lo transforma. Con unos pocos materiales y algo de constancia, es posible producir este superabono en casa sin complicaciones

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Joana Costa

Editor

No hace falta tener un doctorado en agronomía para entender que el abono es el corazón del huerto. Pero entre tanto fertilizante químico, bolsitas milagrosas y soluciones instantáneas, se olvida que lo más eficaz —y sostenible— puede venir de la acción paciente de unas simples lombrices.

Esas criaturas que muchos evitan pisar en días de lluvia y más bien asquerosas son, en realidad, pequeñas ingenieras del suelo. Y cuando se les da el entorno adecuado, trabajan gratis y sin descanso para producir el humus más rico y equilibrado que existe: el de lombriz.

Hablar de “humus” no suena especialmente atractivo, pero Toni de La Huertina de Toni lo tiene muy claro. Todo hasta que se comprueba que transforma un suelo pobre en uno fértil, mejora la estructura, aumenta la retención de agua y estimula la vida microbiana. Un milagro lento, pero medible y repetible.

Espacio oscuro

Para empezar, no se necesita una granja. Solo una lombricera, que puede ser casera o comprada, siempre que tenga buena ventilación, drenaje y varias bandejas o niveles. Lo importante es crear un espacio oscuro, húmedo y protegido donde las lombrices puedan trabajar a gusto.

Mejor las californianas

El siguiente paso es incorporar a las verdaderas protagonistas: las Eisenia fetida, más conocidas como lombrices rojas californianas. No todas las lombrices sirven, y estas en particular son expertas en transformar restos orgánicos en oro negro para el huerto. Y según el experto, dejar algunos (dos o tres días) para que se habitúen.

Una vez instaladas, hay que alimentarlas con residuos vegetales, progresivamente y dejando que se multipliquen entre ella, algo que comenta que sucede deprisa.

Respecto al menú: restos de frutas y verduras (siempre sin cocinar), cáscaras, posos de café, cartón sin tinta. Nada de cítricos, cebolla o productos animales. Y siempre en pequeñas cantidades, para no saturar el sistema ni atraer moscas.

Con el tiempo —unas pocas semanas— se empezará a notar un material oscuro, suave y sin olor desagradable: el humus. Lo ideal es separar periódicamente el producto maduro del nuevo alimento y recoger el líquido que escurre: el lixiviado, un fertilizante líquido extraordinario si se diluye bien.

Si se seca hay que regar un poco, para ir humedeciendo ligeramente esta mezcla que "huele a fresco", y es importante echar cáscaras de huevo para evitar que la mezcla quede acidificada.

El proceso no requiere grandes intervenciones, solo observación y constancia. Mantener la humedad, evitar el exceso de comida y proteger la lombricera del calor extremo o la lluvia directa. A cambio, se obtiene un abono con niveles de nutrientes, microorganismos y materia orgánica imposibles de replicar de forma industrial.

Apostar por el humus de lombriz es más que una técnica: es una declaración de principios. Significa recuperar el ciclo natural de la materia, evitar desperdicios y enriquecer el suelo desde dentro. Y todo, gracias a unos seres discretos que, por una vez, merecen ser tratados como aliadas.

Foto | Sippakorn Yamkasikorn

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