Así limpian la nevera los profesionales para eliminar las bacterias peligrosas: prepárala antes de las fiestas

Desinfectar correctamente el frigorífico evita bacterias resistentes como la listeria y la salmonella, tarea que es más frecuente de lo que muchos creen

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Joana Costa

Editor

Limpiar la nevera parece una tarea sencilla, pero muchos damos por hecho que un trapo y jabón neutro bastan, pero los principios en seguridad alimentaria ponen de relieve que esa rutina solo retira suciedad visible, pero deja intactos microorganismos que resisten el frío y pueden provocar intoxicaciones si encuentran las condiciones adecuadas para seguir creciendo.

El error suele estar en confundir limpiar y desinfectar. Una cosa elimina restos de comida y manchas; la otra elimina bacterias que se esconden en juntas, grietas y cajones. De este modo, la nevera debería desinfectarse al menos una vez al mes, un hábito que la mayoría pasa por alto sin ser consciente del riesgo real para la salud.

Para hacerlo bien, tocaría vaciarla por completo, retirando bandejas y cajones extraíbles. Después, hay que lavarlos con agua y jabón como primer paso, pero no el último: la limpieza prepara la superficie para que la desinfección sea realmente efectiva y llegue a zonas donde la suciedad puede camuflar microorganismos.

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Una mezcla desinfectante

La mezcla desinfectante es sencilla: una cucharada de lejía alimentaria por cada litro de agua. Pulverizar, dejar actuar al menos cinco minutos y aclarar con un paño humedecido permite eliminar bacterias resistentes al frío. Después, conviene dejar que el interior se seque al aire para evitar humedad atrapada.

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Aparte, hay hábitos que ayudan a mantener la higiene entre limpiezas profundas. Mantener la nevera entre 3 y 5 ºC limita el crecimiento bacteriano. Evitar sobrecargar los estantes también favorece la circulación del aire y mantiene temperaturas estables en todos los niveles.

Separar crudos de cocinados

Separar alimentos crudos de cocinados es otro gesto básico. Según profesionales del sector, esa contaminación cruzada puede producirse incluso sin contacto directo, solo por goteos o envases mal cerrados. En esta materia, los recipientes herméticos ayudan a mantener cada alimento en su sitio y reducen la dispersión de olores y humedad.

Revisar fechas de caducidad y retirar productos olvidados es esencial para evitar focos de bacterias activas. Un alimento pasado de fecha puede contaminar el espacio a su alrededor y acelerar el deterioro de otros más frescos.

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Atención al orden de los alimentos

También importa el orden: colocar los alimentos más sensibles en las zonas más frías del frigorífico y evitar que envases abiertos rocen superficies delicadas. Este pequeño control ayuda a que la nevera no se convierta en un microcosmos donde proliferan hongos o bacterias escondidas.

Incorporar la desinfección mensual cambia por completo el nivel de higiene de la nevera, un gesto sencillo que diferencia un electrodoméstico que parece limpio de uno realmente seguro para guardar alimentos sin riesgos innecesarios.

Foto | IA / Pexels

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