Bajan las temperaturas y es hora de desenfundar las cazuelas de hierro de los armarios para preparar los primeros guisos contundentes de la temporada. Tras horas de cocción, estos utensilios quedan hechos un cromo y es importante limpiarlos bien para alargar su vida útil.
Estas cazuelas de hierro fundido y con un esmaltado se conocen también con la denominación francesa de cocotte, y la marca más reconocida en este ámbito es la de Le Creuset con bellísimas y carísimas propuestas de todas las medidas, formas y dimensiones.
De hecho, este tipo de cazuelas no resultan muy económicas y es importante cuidarlas para minimizar el daño en su interior una vez usadas pues, no en vano, se trata de las piezas más codiciadas de la cocina, con mucha diferencia, por su gran durabilidad si se usan bien.
Estas cacerolas, gran parte de la oferta con garantías de por vida, son muy fáciles de limpiar y no requieren el mismo grado de cuidado que las ollas y las sartenes de hierro fundido.
Así, estas cazuelas pueden usarse durante generaciones y formar parte de las reliquias familiares más preciadas. Basta con seguir unos sencillísimos consejos: el primero de ellos es la necesidad de retirar las etiquetas antes del primer uso para evitar que se peguen, aparte de su lavado antes de arrancar a cocinar.
Es evidente que hay que limpiarlas después de cada uso: son aptas para lavavajillas, pero se recomienda su lavado a mano para mantener el revestimiento del esmalte más limpio.
Asimismo, antes de lavarlas hay que dejar que se enfríen, lo que evitará que el esmalte se rompa. Después, hay que lavarlas con agua tibia y jabón y una esponja de nylon suave.
Los expertos de Le Creuset recomiendan dejarla en remojo para eliminar las manchas o residuos particularmente difíciles, así como la necesidad de aplicar limpiadores de utensilios de cocina de hierro fundido.
El almacenamiento de este tesoro de la cocina tiene también su intríngulis, pues hay que situarla en un armario seco o en un espacio ventilado y alejado del vapor.
Entre lo que no hay que hacer también está la necesidad de evitar fuegos a altas temperaturas (están más pensadas para la cocción lenta que para el braseado tipo wok) ya que esto puede hacer que la comida se pegue y se estropee el esmalte.
Tampoco hay que someter los productos a grandes cambios de temperatura (choque térmico), por ejemplo, metiéndolos en agua fría nada más terminar de cocinar.
Finalmente, hay que secar bien la cazuela y no guardarla mientras siga húmeda. Un paño seco que repase toda su superficie ayudará en la materia.
A fondo
Más allá de este manual de uso cotidiana, no está de más un mantenimiento a fondo que les devuelva el brillo original y las mantenga como nuevas.
Para empezar, hay que actuar sobre el exterior para eliminar todos los restos de comida resecos e incrustados en su superficie. Para ello, es imprescindible no usar jamás los estropajos de lana de acero tipo Scotch brite. En cambio, es muy recomendable limpiarlas con una esponja mojada con una pasta de agua y bicarbonato de sodio.
Esta se debe frotar sobre el exterior de la cazuela y por encima de la tapa, y enseguida (a base de frotar) irán desapareciendo las manchas y los restos acumulados.
En cuanto al interior de estas cazuelas, es antiadherente y en principio no acumula restos de comida, pero sanearlas es importante para devolverlas (en la medida de lo posible) a su estado de fábrica.
Los expertos recomiendan en este caso, y después de haber cocinado con ellas alimentos que puedan pegarse (como arroz o polenta) dejarlas con agua caliente en remojo y un poco de jabón o de bicarbonato durante toda la noche.
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Para quemaduras con restos de comida pegados, algo que puede suceder si se deja comida asándose en su interior, hay que hervir agua que cubra la mancha con un poco de bicarbonato, y después dejar en remojo y secar.
Fotos | Freepik.
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