Los tarros de cristal son uno de esos objetos todoterreno que nunca pasan de moda. Sirven para beber, conservar mermeladas caseras, llevar comidas al trabajo o guardar sobras bien selladas.
Pero, a pesar de pasar por el lavavajillas o frotar con energía, a veces queda un olor persistente de lo que guardaron antes. Y nadie quiere que la salsa de ayer se mezcle con la sangría de hoy.
Existen métodos clásicos para combatir esos olores: un tratamiento con vinagre, una pasta de bicarbonato o un buen remojo con jabón. Sin embargo, hay una solución gratuita, sin productos químicos y casi sin esfuerzo: poner los tarros, previamente lavados, al sol. La luz solar actúa como desinfectante natural y elimina bacterias y olores mientras tú te ocupas de otras cosas en la cocina.
La clave está en aprovechar los rayos ultravioleta. Coloca los tarros en un lugar soleado, con luz directa, en las horas más luminosas del día, y déjalos allí durante varias horas. Si una sombra los cubre, muévelos para que reciban sol directo.
El cristal, aunque no es poroso como el plástico, sí puede retener aromas intensos como café o curry, sobre todo cuando quedan residuos grasos. En estos casos, el poder del sol ayuda a neutralizar el olor persistente.
El verdadero culpable: la tapa
A veces, el olor no está en el tarro, sino en la tapa. Muchas presentan ranuras o juntas donde se acumulan restos de comida, y otras incluyen juntas de silicona que, al ser porosas, absorben los aromas. Peor aún: el agua caliente dilata esos poros, haciendo que los olores penetren más profundamente.
La buena noticia es que las tapas también pueden beneficiarse de la exposición solar, siempre combinada con una limpieza a fondo. Incluso las de plástico recuperan frescura después de un par de horas al aire libre. Un baño de sol puede ser tan efectivo como un lavado intensivo.
Mejor prevenir que lamentar
Aunque existen remedios, lo ideal es evitar que los tarros cojan olores. Un truco sencillo es colocar un trozo de papel encerado o de horno entre la comida y la tapa: actúa como barrera contra aceites y partículas.
Otra recomendación es no dejar que las sobras se queden olvidadas en el fondo del frigorífico durante semanas. Cuanto más tiempo pasa un alimento en el tarro, más difícil será eliminar su olor. Y, además, el crecimiento de bacterias a partir del tercer o cuarto día contribuye a que el olor sea más intenso.
Los tarros de cristal seguirán siendo tus mejores aliados en la cocina si les dedicas un cuidado mínimo. El sol, un poco de bicarbonato o una buena limpieza bastan para devolverles su neutralidad. Y si además proteges las tapas y evitas almacenar comida demasiado tiempo, tendrás recipientes duraderos, limpios y listos para cualquier uso, desde una ensalada para llevar hasta un vino fresco en la terraza.
Foto | Colorado State University, Freepik
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