Todo el mundo tiene una o varias espátulas de silicona. Si no es tu caso, ya deberías estar poniéndole remedio. Como los cuchillos o unas tijeras, las también llamadas lenguas son un básico de cualquier cocina con mil usos, no solo en repostería. Hablamos de las espátulas flexibles, que siempre deberían ser de silicona de alta calidad para que resistan el calor sin derretirse ni deformarse. Solo tienen un gran hándicap, los olores se agarran a ellas como una lapa.
Si hasta ahora solo has usado estas herramientas para las masas de repostería, probablemente no te hayas topado con el problema. Pero cuando te das cuenta de que las espátulas son muy útiles para manejar salsas, guisos, huevos revueltos o sofritos, tarde o temprano comprobarás que, incluso después de fregarlas, siguen oliendo a tomate, ajo o cebolla. No es precisamente el olor que queremos tener presente para fundir chocolate o preparar un bizcocho de naranja.
Por suerte, raro sería que ese olor a salsa de tomate o pescado se transfiera a la masa de repostería, pero, como el biólogo molecular y cocinero Nick Sharma confiesa en The flavor files, es un incordio bastante desagradable.
Sharma explica por qué la silicona es un material fantástico para muchos utensilios de cocina: es químicamente estable, no reactiva, no tóxica, no tiene filtraciones, repele el agua y es muy resistente a las altas temperaturas, a los rayos UVA, al oxígeno y a la humedad. Es apta y segura para usos alimentarios, tanto para usar en utensilios como para fabricar moldes y demás cachivaches.

Estructuralmente es un polímero flexible, formado por cadenas moleculares con diminutos poros microscópicos entre ellas. Esos poros son demasiado pequeños para que el agua penetre, pero sí permiten que se filtren con facilidad los compuestos aromáticos más volátiles. Es decir, los olores más fuertes de los alimentos, como el ajo o muchas especias.
Además, al calentarse, la silicona, o más bien esos poros, se expanden, lo que facilita aún más que los olores penetren en el material y se queden ahí campando a sus anchas cuando la espátula se enfría. Y da igual que la metamos en el lavavajillas o freguemos a mano con jabón frotando con el estropajo; muchos de esos aromas son difíciles de eliminar por completo.
Cómo desodorizar la silicona
Si quieres que tus espátulas de silicona, o cualquier otro utensilio de este material, dejen de oler a lo que no deben -no deberían oler a nada-, prueba el método que Sharma recomienda personalmente tras probarlo en su propia cocina:
- Lava los utensilios normalmente, fregándolos a mano o en el lavavajillas, siempre con estropajos no abrasivos, y sécalos bien.
- Introdúcelos en el horno precalentado a 180ºC durante 30 minutos.
- Deja que se enfríen por completo antes de guardarlos.
Si las espátulas u objetos no son aptos para el horno -los mangos, por ejemplo, no suelen resistir el horneado-, utiliza el método alternativo:
- Lava o friega bien con agua caliente y un jabón desengrasante.
- Por a hervir abundante agua con una mezcla de ¼ taza de bicarbonato sódico por cada litro de agua.
- Introduce las espátulas, retira del fuego y déjalas a remojo durante toda la noche o varias horas.
- Escurre todo ese agua y ahora añade una mezcla de agua limpia y vinagre blanco de limpieza, en proporción 1:1.
- Lleva a ebullición y cocina a fuego lento 15 minutos.
- Enjuaga y deja secar al aire.
Ya sabemos que mezclar bicarbonato y vinagre a la vez no sirve de nada, pero sí es muy útil aplicar estos productos por separado para limpiar. El primero es un abrasivo suave que desodoriza y libera las partículas de suciedad u olor atrapadas en el material, mientras que el vinagre ayuda a descomponer las grasas rancias y los compuestos aromáticos.
Como consejo general, para evitar que esto ocurra, lo mejor es tener varas espátulas de silicona de distintos tamaños y separarlas por usos, de tal modo que solo utilices unas en concreto para la repostería, y otras para la cocina salada.
Imágenes | Freepik - Flickr/Dinner Series
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