De vez en cuando no puedo evitar volver a los clásicos de siempre. Estas magdalenas de nata, espelta y anís son producto de un antojo repentino, una mañana fría en la que un catarrazo empezaba a apoderarse de mí. Aquella tarde disfruté de una taza de té humeante y una de estas delicias que me supo a gloria.
Sé que las magdalenas de nata son algo muy tradicional y asociado a la repostería de los pueblos en algunas regiones, pero no formaron parte de mi infancia. Hacía tiempo que quería probarlas y gracias a que ahora puedo encontrar fácilmente nata sin lactosa, por fin encontré la ocasión perfecta. Nos gustaron tanto en casa que ya he varias veces, se han quedado como receta fija en mi recetario particular.
Derretir la mantequilla y dejar enfriar. Disponer los huevos en un recipiente con el azúcar y un poco de ralladura de limón. Batir con batidora de varillas hasta que dupliquen su volumen y tengan una textura espesa. Agregar la nata y la mantequilla y seguir batiendo. Añadir el anís.
Tamizar encima la harina con la levadura y la sal, echar las semillas de anís y mezclar con suavidad hasta tener una masa homogénea. Tapar y dejar reposar 10 minutos. Pasado ese tiempo, llenar los moldes de magdalenas, preferiblemente que sean bien rígidos, y volver a dejar reposar al menos 20 minutos más.
Precalentar el horno a 200ºC. Repartir un poco de azúcar sobre cada magdalena y hornear durante unos 15-18 minutos, hasta que tengan un bonito color dorado. Esperar unos minutos fuera del horno antes de sacar de la bandeja y dejar enfriar completamente sobre una rejilla.
Con qué acompañar las magdalenas de nata
¿Cómo degustar una magdalena clásica? Son perfectas para desayunar y empezar bien el día, o para merendar tras un día especialmente duro, incluso alguna vez me he dado el capricho de tomarlas de postre con un café. Guardadas en un recipiente hermético aguantan muy bien varios días, si es que llegan a durar tanto.
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