Puede que no sea la fruta más popular en el estante de las confituras, pero la mermelada de kiwi es una opción muy a tener en cuenta para alegrar de vez en cuando los desayunos y meriendas. Aprovechando además la temporada nacional podemos elaborar nuestra propia conserva fácilmente.
Hay muchas maneras de preparar la fruta y de estirilizar los botes, como demuestran las distintas recetas que tenemos en Directo al Paladar. Yo siempre uso el mismo método, y nunca me falla. Usando fruta dulce y muy aromática es una pena usar demasiado azúcar, aunque depende de vuestro gusto. Además, para darle una consistencia más espesa, últimamente añado un poco de agar-agar, pero no pasa nada por tener una mermelada un poco más líquida.
Pelar los kiwis y trocearlos groseramente, colocándolos en una olla o cazuela lo suficientemente grande, procurando recoger todos los jugos que suelten. Regar con el zumo de limón y cubrir con el azúcar. Mezclar bien, tapar con un paño y dejar reposar como mínimo dos horas, o mejor aún toda la noche.
Colocar la cazuela al fuego y llevar a ebullición. Dejar cocer a fuego lento, removiendo de vez en cuando. Retirar un poco de la espuma que pueda ir soltando. Mientras tanto, preparar los tarros. Comprobar que que están intactos y con las tapas sin golpes o marcas de oxidación. Lavarlos bien, secarlos y colocarlos en el horno a unos 180ºC. Hervir en agua las tapas.
Comprobar el punto de la mermelada hasta conseguir el espesor deseado. Debe reducir bastante el líquido, y la fruta estar casi desecha. Después de unos 45 minutos, habrá espesado lo suficiente. Se puede conseguir la textura más típica de la mermelada añadiendo el agar-agar al final de la cocción.
Envasar con mucho cuidado, con los tarros aún calientes, llenándolos hasta el borde. Limpiar la rosca, cerrar bien y poner boca abajo. Cuando se enfríen, se hará el efecto vacío. Guardar en la nevera o esterilizar hirviéndolos en una olla cubiertos de agua para alargar la conservación.
Con qué acompañar la mermelada de kiwi
Esta mermelada de kiwi puede disfrutarse, una vez fría, en el mismo momento en que la preparemos. Es una variante muy fresca que combina muy bien tanto en panes ligeramente dulces como con toques salados, especialmente con quesos suaves y panes de hogaza con frutos secos o de harina de centeno.
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