Aunque no lo parezca mucho, este bacalao con salsa de nata y sidra es una receta de aprovechamiento, al menos en su origen. La salsa proviene de la receta de mejillones a la sidra, mientras que los espárragos verdes utilizados suelen ser los tallos menos vistosos que a menudo se desechan en otras recetas.
No obstante, voy a explicaros el proceso y los ingredientes como si hiciéramos la receta desde cero, aunque ya os aviso que está más sabrosa si usamos el caldo de los mejillones.
Ingredientes para 2 personas
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2 filetes de bacalao desalado, un manojo de espárragos verdes, 200 ml de sidra natural, 300ml de nata, 1 diente de ajo, aceite de oliva, pimienta y sal
Cómo hacer bacalao con salsa de nata y sidra
Ya sabéis que no soy mucho de recetas que requieran demasiada paciencia. Esta exige la justa para dejar espesar la salsa, que es la clave para que quede deliciosa. Normalmente me ayudo de una cucharadita de harina, aunque no es estrictamente necesaria.
Lo primero es trocear los espárragos verdes, dejando sin cortar unos cuatro por persona, para decorar. Éstos los salteamos brevemente en una sartén con una pizca de aceite, y reservamos hasta el final. Una vez retiradas las piezas enteras, añadimos los espárragos troceados, salteando también.
Ahora añadimos la sidra (más o menos un vaso), junto con una pizca de harina, que podemos dorar previamente antes. Si tenemos un poco de caldo de los mejillones a la sidra, o tal vez un poco de caldo de pescado, lo añadimos ahora, eso sí, siempre manteniendo la proporción, que en total no supere los 200 ml.
Dejamos que reduzca un poco el caldo y añadimos la nata, bajamos un poco el fuego y removemos de forma suave y continuada, hasta que la salsa espese. Colocamos las dos piezas de bacalao, que cocinaremos unos minutos por cada lado. Servimos decorando con los espárragos verdes que hemos reservado al principio.
Tiempo de elaboración | 30 minutos
Dificultad | Fácil
Degustación
Esta receta de bacalao con salsa de nata y sidra, además de su magnífico sabor y deliciosa textura, nos ofrece la posibilidad de reutilizar los restos de otras recetas, como el caldo de unos mejillones o esas partes menos vistosas de los espárragos verdes, que no es cuestión de andar desperdiciando comida
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