Receta de baguettes tailandesas de ternera

Receta de baguettes tailandesas de ternera
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Con ese aspecto aparentemente discreto, que le hace parecer una inocente pulguita de ternera y bajo el enigmático nombre de baguettes tailandesas de ternera, se esconde un bocado lleno de sabores inesperados y un toque picante digno de mención.

La clave de su éxito es una mezcla entre la salsa especial a base de lima, azúcar y guindilla y la nota aromática que le proporcionan la albahaca y la hierbabuena. Si encima lo mezclamos con una ternera en su punto, el resultado es del todo sorprendente.

Ingredientes para 2 bagguettes

2 panecillos ovalados, 2 filetes de ternera (primera, babilla o entrecot), el zumo de media lima, 1 guindilla, azúcar moreno, albahaca, hierbabuena y opcionalmente cilantro.

Baguettes tailandesas de ternera - ingredientes

Cómo hacer baguettes tailandesas de ternera

Como en casi todos los bocados y montaditos, hay que cuidar los detalles, pues en ellos está la clave para conseguir un resultado óptimo.

Lo primero es preparar la salsa, para ello exprimimos media lima y la mezclamos con un para de cucharaditas de azúcar moreno. Luego picamos la guindilla, la añadimos, removemos bien y reservamos.

Ahora viene el paso más delicado, la ternera. Hay que conseguir que esté muy hecha por fuera y muy poco por dentro. Para ello, salpimentamos al gusto y untamos los filetes ligeramente con unas gotas de aceite. Después los pasamos por la plancha muy caliente, uno o dos minutos por cada cara, asegurándonos de que no se hace el interior.

Baguettes tailandesas de ternera - elaboración

Por último, cortamos los filetes en tiras finas (unos dos o tres milímetros) y los disponemos en los panecillos acompañados de las hierbas aromáticas y la salsa. Opcionalmente podemos añadir una pequeña base de lechuga para hacer más jugoso el bocado.

Tiempo de elaboración | 15 minutos Dificultad | Fácil

Degustación

Es difícil describir las sensaciones que producen las baguettes tailandesas de ternera; a ratos, si pierdes la noción de lo que tienes entre manos, parece que estés tomando un mojito, pero luego se cruza en tu camino la guindilla y el sabor inequívoco de la carne poco hecha y no te queda más remedio que cerrar los ojos, apretar los labios y emitir un leve murmullo placentero.

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