Pocas ciudades en España pueden presumir de haber hecho del teatro una forma de vida. Almagro, enclavada en el corazón de la llanura manchega, ha convertido las tablas en su seña de identidad, respirando dramaturgia por cada esquina.
Fuera del ámbito romano que lidera Mérida, esta localidad ciudadrealeña representa el otro gran templo escénico del país, donde la tradición barroca sigue tan viva como cuando los versos de Lope o Calderón llenaban los corrales de comedias. Visitarla es dejarse seducir por la belleza serena de sus plazas y el legado de su historia; es asomarse a una España que aún conversa en voz baja con su Siglo de Oro.
Sus calles, dispuestas como un decorado renacentista, narran siglos de esplendor comercial, religioso y aristocrático. En tiempos de la Orden de Calatrava, y gracias al dinamismo económico que trajo consigo el comercio con los banqueros Fugger alemanes, Almagro floreció con una arquitectura sobria y elegante que aún perdura. El viajero curioso descubrirá que cada fachada encalada, cada escudo de piedra y cada iglesia silenciosa tiene algo que contar.
La Plaza Mayor, con sus galerías acristaladas en verde sobre soportales de piedra, sigue siendo el corazón palpitante de la ciudad. En ella se encuentra el famoso Corral de Comedias, único en el mundo por su estado de conservación y su uso ininterrumpido desde el siglo XVII.

Muy cerca, el Museo Nacional de Artes Escénicas permite adentrarse en la historia escénica del país, mientras iglesias como San Agustín o conventos como el de la Encarnación suman silencios y frescos barrocos a la experiencia.

Cada mes de julio, el Festival Internacional de Teatro Clásico transforma Almagro en un escenario abierto donde el pasado cobra vida. Compañías nacionales e internacionales llenan sus patios, plazas y recintos históricos de palabras antiguas y emociones actuales. Pero incluso fuera de ese ciclo, la ciudad mantiene un pulso cultural constante, con pequeñas funciones, visitas dramatizadas y espacios museísticos que celebran la memoria viva del teatro.
De hecho, para fomentar el turismo, el ayuntamiento dispone de una tarifa de 11 euros con la que visitar los principales espacios de Almagro que incluye el Corral de Comedias, Museo del Encaje y Blonda, la Iglesia de San Agustín, el Teatro Municipal, el Espacio de Arte Contemporáneo, la Casa Palacio de Juan Jédler o el Claustro de la Asunción de Calatrava.

A ese pulso escénico se suman tradiciones profundamente ancladas, como la Semana Santa —de Interés Turístico Regional—, las fiestas patronales en honor a San Bartolomé, o las romerías en el entorno de la comarca. Almagro es también recogimiento, fervor, hospitalidad y cocina manchega servida con orgullo. Una jornada es suficiente para quedarse con su esencia; dos, para no querer marcharse.
Una mañana en Almgro: entre conventos, iglesias y recogimiento
La primera parte del recorrido invita al sosiego y a la contemplación. Almagro conserva un importante conjunto religioso que da cuenta de su pasado conventual y de su devoción intacta. Iniciar la jornada en la Iglesia de San Bartolomé el Real, patrón de la ciudad, es una forma de acercarse a su corazón espiritual.

Este templo jesuítico del siglo XVII destaca por su sobriedad en el exterior y su sorprendente decoración barroca en el interior. El acceso es gratuito, aunque se agradece el donativo voluntario, y conviene ir temprano, pues el templo mantiene horarios de culto y puede cerrar al mediodía.
A pocos pasos se encuentra el Convento de la Asunción de Calatrava, también conocido como el convento de las monjas dominicas. Fundado en el siglo XVI, ha sido testigo de siglos de clausura y ahora puede visitarse parcialmente, accediendo a su iglesia.

El retablo mayor y la sensación de recogimiento que emana del lugar lo convierten en una parada obligada para quien busca huellas de misticismo. Aunque no está siempre abierto, suele permitir visitas en horario de mañana, sobre todo los fines de semana.
A continuación, el paseo lleva hasta la Ermita de San Juan, una construcción humilde y silenciosa que guarda un encanto especial, a apenas 10 minutos a pie desde el centro de Almagro.
Ya de vuelta, conviene regresar hacia el núcleo urbano para adentrarse en la Iglesia de Madre de Dios, situada junto al antiguo Hospital de San Juan de Dios. Este templo, inacabado y de proporciones monumentales, impresiona por su nave única y su portada renacentista.

La entrada es libre y su interior conserva interesantes elementos barrocos, así como restos escultóricos de gran valor. Frente a ella se sitúa un pequeño jardín público que puede aprovecharse para un tentempié rápido o para hacer un alto antes de continuar. Tampoco, en pleno centro y pegada a la plaza mayor, hay que perderse la monumental bóveda de la Iglesia de San Agustín.

La ruta matinal concluye con una visita al Convento de la Encarnación, actual Parador Nacional, donde puede accederse al claustro interior y disfrutar del ambiente sereno de este antiguo espacio monástico.
Aunque está integrado en el hotel, el claustro se puede visitar libremente, y su café interior permite reponer fuerzas en un entorno cargado de historia. Desde su patio, se intuye el silencio que un día llenó los rezos de las monjas calatravas. En el centro, también si hablamos de café, se puede tomar un refrigerio –e incluso un brunch, en fin de semana– dentro de la cafetería Ibsen.
Comer en Almagro: de pistos, torreznos y berenjenas
La mayor parte de la oferta culinaria de Almagro aparece en la Plaza Mayor y en las calles aledañas donde, en general, vas a encontrar propuestas tradicionales con algunos clásicos de la cocina manchega, algunos detalles de platos quijotescos y, en general, cocina española sencilla.
A mí, para comer o tapear, me gusta parar en Bolsillones si buscas comerte unos bocadillos, alguna hamburguesa o probar algunas tapas. Las migas las hacen muy bien y también está muy bueno el asadillo manchego. Es cierto que no es un local céntrico, pero se come bien.

Ya en el 'meollo' almagreño, si queremos sentarnos en una antigua casona manchega, una buena parada es La Parrilla de San Agustín, además de los clásicos regionales, trabajan con éxito las carnes, tanto de cordero como de ternera, y el local tiene ese aura tan ciudadrealeña que supone toda una experiencia.
En el centro, otro local, más moderno, es Feria Ocho, que incluye un patio interior muy confortable y remodelado recientemente. Aquí la carta ya es más moderna, metiendo algunos guiños que combinan con una propuesta en la que hay algunos detalles locales.

Como detalle fuera de la parte más histórica, una parada ineludible en Almagro es La Tabernilla, situado muy cerca del Convento de La Asunción y que, además de tener un salón amplio, cuenta con terraza.
Ahora se encarga del restaurante el chef Jaime Velasco, que ha mantenido clásicos como el torrezno con berenjena, pero que además ha incorporado muchos fueras de carta –especialmente de mariscos–, así como algunas carnes prémium y ciertos detalles de cocina creativa que merece la pena descubrir. No obstante, yo no dejaría de pedir los duelos y quebrantos o el pisto. También cuenta con una carta de vinos muy potente que no podemos dejar de recomendar.
Una tarde en Almagro: entre palacios y escenarios del Siglo de Oro

La tarde almagreña invita a dejarse envolver por la memoria señorial de la ciudad y por el teatro, que aquí tiene alma de piedra y vigas de madera. El recorrido puede comenzar en el Palacio de los Condes de Valdeparaíso, una sobria edificación del siglo XVIII que sorprende por su escala y elegancia.
Hoy alberga usos institucionales, pero su fachada perfectamente conservada y su patio columnado se pueden admirar desde el exterior. La visita interior es ocasional y se realiza en función de actividades culturales; consultar con la Oficina de Turismo es aconsejable para confirmar si hay opción de entrada.

A escasos metros se encuentra el Museo Nacional del Teatro, instalado en el antiguo Palacio de los Maestres de Calatrava. Esta visita, de aproximadamente una hora, es clave para entender el vínculo de Almagro con las artes escénicas.
La entrada ronda los tres euros y permite recorrer una colección de trajes, escenografías, fotografías, carteles y objetos que recorren siglos de historia teatral en España. Además, su arquitectura renacentista contribuye a una experiencia museística envolvente y singular.
Desde ahí, la ruta sigue por la calle de San Agustín, que reúne algunos de los mejores ejemplos de arquitectura civil de la ciudad. Entre ellos, el Palacio de los Villarreal, también conocido como Casa del Prior, deslumbra por su fachada ornamentada.

Aunque actualmente es propiedad privada y no se puede visitar por dentro, el paseo por esta calle permite contemplar numerosos blasones y balcones de forja, recuerdos de un pasado aristocrático muy vivo en la piedra. No lejos está la Casa-Palacio de Juan Jédler (Palacio Fúcares), que también sirve como teatro durante el Festival Internacional, también visitable.

Al llegar la última hora de la tarde, nada mejor que reservar plaza para visitar el Corral de Comedias, epicentro cultural de Almagro y joya absoluta de su patrimonio.
La visita guiada (cinco euros para el público general) permite recorrer el escenario, el patio empedrado, la caja escénica y las gradas de madera que aún hoy acogen representaciones. Hay funciones programadas durante gran parte del año, especialmente los fines de semana, por lo que conviene reservar con antelación en su web oficial. Si se tiene suerte y hay obra en cartel, la experiencia se vuelve inolvidable.

Para terminar el día, nada mejor que cerrar la aventura con un paseo vespertino por la Plaza Mayor, ahora iluminada y con un ambiente más recogido. Tomar algo en una de sus terrazas —un vino manchego o una tapa de berenjenas de Almagro— es la forma perfecta de cerrar una jornada cargada de historia, arte y emoción. Almagro, aunque pequeña en tamaño, ofrece una profundidad escénica y cultural difícil de encontrar incluso en capitales mucho mayores.
Cenar en Almagro: clásicos manchegos y tapas

De igual modo que podemos tomar como referencia algunos de los restaurantes de la comida, la parte de la cena –o del tapeo– almagreña se puede resolver con los locales que se reparten por los soportales de la Plaza Mayor, o incluso, acercarnos al Parador, donde el restaurante merece bastante la pena.

Las terrazas, tanto en primavera como en las noches de verano, se ponen de bote en bote con viajeros y gente del propio Almagro (y alrededores) así que conviene intentar reservar si sabemos cuál es nuestro plan. El Bar Quijote Gil es una apuesta segura, donde tanto el pisto y las migas dan muy buen nivel, así que podríamos tapear a costa de preparaciones típicamente manchegas.
No está en la Plaza Mayor, pero La Búha y El Buo es otra buena opción para cenar al fresco en Almagro, ya que este antiguo patio se ha convertido en terraza, cuya oferta gastronómica compensa las recetas más manchegas –no falta el asadillo, el pisto o la alboronía– con platos más contemporáneos.
Imágenes | Turismo de Castilla-La Mancha / Spain.info / Raíz Culinaria / Ayuntamiento de Almagro
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