Mientras la península se cubre de blanco y el aire helado azota las calles, hay rincones que parecen vivir al margen del invierno. Mientras las chimeneas crepitan en el norte y las bufandas se anudan con urgencia en cada esquina, al otro lado del mar, un termómetro tranquilo marca 17 grados cuando cae la noche.
La nieve no llega, ni se espera. El sol no se esconde del todo. En el sur de Gran Canaria, la localidad de Meloneras se mantiene inmune al frío de diciembre como un refugio suave, luminoso, donde la estación se diluye entre tardes templadas y cielos despejados.
Las Islas Canarias tienen esa capacidad casi mágica de ofrecernos otra versión del invierno. Un invierno sin abrigos gruesos ni amaneceres grises. Un invierno de salitre, de paseos descalzos, de tiempo que no corre. Dentro de este archipiélago, Meloneras brilla como un enclave especial.
Playa de Meloneras. ©Hola Islas Canarias.
Su nombre ya sugiere dulzura, y su costa, recortada con precisión entre el azul del mar y los tonos dorados de la arena, lo confirma. Es una franja litoral que pertenece a San Bartolomé de Tirajana, y que ha sabido crecer con elegancia. Allí los hoteles de cinco estrellas se funden con avenidas ajardinadas, spas con aroma volcánico y terrazas que miran al Atlántico con la serenidad de quien lo ha visto todo.
La Playa de Meloneras es discreta pero encantadora. Tiene unos 570 metros de longitud, arena clara y aguas tranquilas. A diferencia de otras playas más bulliciosas de la isla, esta es perfecta para quien busca un ritmo pausado. A lo largo del paseo marítimo, que une el Faro de Maspalomas con la playa, el día transcurre sin sobresaltos: desayunos tardíos frente al mar, paseos sin rumbo, tiendas que no exigen prisa. Y cuando llega el atardecer, ese momento en que el sol se tiñe de cobre antes de sumergirse en el océano, la atmósfera se vuelve casi cinematográfica.
Playa de Maspalomas. ©Hola Islas Canarias.
La cercanía con Maspalomas permite ampliar aún más las posibilidades. Las dunas, ese pequeño desierto junto al mar, forman un paisaje hipnótico. Caminar entre sus crestas al amanecer o al final del día es una experiencia que se graba en la memoria. También está la charca, un humedal costero que acoge aves migratorias y aporta un contraste inesperado al entorno. Y si el cuerpo pide algo de aventura, hay excursiones en jeep, paseos en camello, rutas en buggy o senderos donde perderse con vistas al mar y a las montañas del interior.
Las playas del entorno son múltiples y cada una con su carácter. Además de la de Meloneras, destaca la Playa de Maspalomas, más extensa y conocida, donde el horizonte parece no terminar nunca. Aquí se puede pasar de un baño apacible a una caminata por la orilla que se extiende más allá de lo que el ojo alcanza. El rumor del agua, el tacto de la arena templada, la brisa constante... todo invita a entregarse al momento sin pensar en nada más.
El hotel cinco estrellas Lopesan Costa Meloneras Resort & Spa.
Y como el placer no solo se encuentra en el paisaje, la gastronomía en Meloneras también tiene mucho que decir. En el interior del hotel Lopesan Costa Meloneras se encuentra el Restaurante Bevir, con una propuesta que celebra los sabores de Canarias desde una mirada contemporánea. Es uno de los restaurantes de la isla incluidos en la Guía Michelin, y no por casualidad.
Sus menús degustación recorren el territorio a través de sus ingredientes: pescado fresco, mojos reinventados, texturas volcánicas. También se puede optar por experiencias más informales pero igual de cuidadas. En Kabuki Gran Canaria, el Japón se mezcla con los productos del Atlántico en una fusión exquisita. Y para almuerzos frente al mar, La Sirena o El Churrasco permiten disfrutar del buen comer con vistas que cortan el aliento.
La noche en Meloneras no exige grandes planes. Basta dejarse llevar. Tomar una copa en el Blue Marlin Ibiza Sky Lounge, ver cómo se apagan las luces del día desde una terraza elevada, caminar entre luces tenues con la brisa marina como único sonido de fondo. La temperatura, siempre amable, permite alargar las veladas sin más abrigo que una chaqueta ligera.
Faro de Maspalomas. ©Hola Islas Canarias.
Este rincón canario es perfecto para quienes buscan calor sin aglomeraciones, calma sin rutina. La mejor época para venir es ahora, en invierno, cuando el contraste con la península es más evidente, cuando el cuerpo agradece cada rayo de sol y la mente se libera del gris de diciembre. Aquí no se viene solo a escapar del frío. Se viene a recordar que el invierno también puede ser suave, que diciembre puede tener sabor a mango, que el mar también puede formar parte del final de año.
Imágenes | Hola Islas Canarias