Venenoso, cabezón y amante del pulpo. Puede parecer una descripción de alguien a quien tengas poca estima, pero es la realidad del pez león, concretamente la especie Pterois miles, originaria del Sudeste asiático que, a pequeños pasos, está llegando a otros mares, a miles de kilómetros de su origen.
Ahora, de hecho, es el Mediterráneo oriental y central los que ponen la voz de alarma sobre una especie invasora que ya está haciendo estragos en el Caribe, en el Mar Rojo y, en general, en toda la ruta costera del Índico, avanzando sin piedad ante la falta de predadores naturales que encuentra en su travesía.
Su veneno, irradiado a través de las púas que recorren su cabeza y tronco, lo hacen un enemigo imbatible para la fauna marina de zonas donde hasta hace pocos años no se conocía su existencia. Pero los dramas asociados al pez león no están solo en su expansión, sino en por qué se expande.
En cierto modo, el pez león es una especie de canario en la mina, pues que haya conseguido colonizar otros mares como el mar Rojo o el mar Mediterráneo supone comprobar cómo las aguas se han ido calentando hasta el punto de que una especie acostumbrada a temperaturas tropicales en el Sudeste asiático ha podido adaptarse a mares que eran más fríos. Al menos, en proporción al mar de los que procedían. Al punto de que se encuentra entre las especies invasoras más destacadas de las costas griegas.
Un Mediterráneo que se tropicaliza
El pez león es propio de los océanos Índico y Pacífico, pero el calentamiento de las aguas de otros mares como el Rojo o el Mediterráneo favorece su proliferación. ©Freepik.
Las cifras lo avalan. En cuatro décadas, la temperatura global del mar Mediterráneo ha aumentado en 1,5 grados centígrados, promovida por las olas de calor, lo que ha supuesto el caldo de cultivo –casi literalmente– para que el pez león, oriundo de las aguas del indopacífico, ya pueda sentirse como en casa, incluyendo la isla de Chipre. Todo ello además alimentado por la prolificidad de esta especie y de la poca presencia de sus predadores naturales.
El pez león es una víctima habitual de la dieta de morenas, barracudas y grandes pescados como el mero o la cherna, pero la paulatina destrucción de los hábitats de estos animales, habituales del roquedo marino mediterráneo, y la sobrepesca dificultan que el pez león no se expanda.
De hecho, se está sintiendo ya en las costas del mar Egeo y en algunas zonas del mar Adriático, razón por la que, como explican desde Washington Post, parte de las estrategias para combatir al pez león sea meterlo en los menús de los restaurantes.
Pero ¿merece la pena? Pues, a priori, sí. El pez león tiene una medida de unos 30 centímetros de largo en sus ejemplares más grandes y el sabor de su carne, en cierto modo parecida a pescados blancos como el besugo, no es nada desagradable. El problema, del mismo modo que sucede con su pesca, está en las púas venenosas que lo recubren desde la cabeza a la aleta caudal y que hace que maniobrar con este pescado una vez se sube a bordo de los barcos sea complicado.
Aún así, en algunos restaurantes de la costa griega se puede probar ya el pez león dentro de los menús. No muchos, es cierto, pero supone una buena forma de combatir a un pescado que, incluso, ya tiene su propio documental en Apple Tv.
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