La cocina es el escenario de todas las batallas domésticas, pero pocos piensan en el suelo. Hasta que toca limpiarlo por tercera vez en un día. Entonces aparece él: ese suelo grisáceo, neutro, a veces mate, otras con un brillo desganado, que no llama la atención pero nunca decepciona del todo.
Este color con tan poca gracia a ojos de cualquier interiorista de hoy en día es, sin embargo, una especie de fondo de armario para interiores que no buscan destacar, que no tienen pretensiones. Ni madera, ni hidráulico, ni microcemento de revista.
Lo que reina en muchas cocinas es un material resistente, fácil de fregar, con una paleta cromática que parece diseñada por alguien que odia el color. Se trata de un suelo funcional, elegido desde la practicidad antiestética. Un suelo que, como el café de máquina, cumple su propósito sin enamorar a nadie.
Este suelo es genial para argumentaciones que esgrimen su facilidad de mantenimiento, su capacidad para disimular las manchas o elegir la practicidad. Aunque todas son razones válidas, también revelan un fenómeno más profundo: la renuncia estética en favor de lo más práctico.
En tiempos de sobreinformación visual, muchos prefieren no arriesgar. Por ello, no es casualidad que estos suelos triunfen entre reformistas primerizos o locos de la limpieza. Son seguros, discretos, impersonales. Están en todas partes, pero no forman parte de ninguna identidad ni tendencia estética.
Lo curioso es que, en su invisibilidad, este suelo se ha vuelto ubicuo. Forma parte del paisaje doméstico de millones de hogares, pero rara vez aparece en Pinterest, salvo cuando se asocia con tramas de madera o con estilos más distinguidos. Este, en versión baldosa rasa es el gran olvidado del diseño de interiores, y con razón.

El gris neutro de cocina es también una declaración del hogar: aquí no hay tiempo para el mantenimiento constante ni presupuesto para el mármol. Es un manifiesto involuntario sobre las prioridades de quien habita ese espacio. Y por eso, aunque no inspire portadas, sigue ganando batallas en silencio.
Podría pensarse que su ciclo está por terminar, que los nuevos materiales lo desplazarán. Pero todo indica lo contrario. Mientras haya pisos de alquiler, reformas de bajo presupuesto y cocinas donde se frían cosas, este suelo seguirá ahí. Sin orgullo, pero con resistencia.
Quizás el día que un influencer lo elija “porque está volviendo lo feo” recupere algo de estatus. Mientras tanto, seguirá cumpliendo su rol de mártir decorativo porque lo que importa es que aguante el aceite, la lejía y las decisiones de diseño tomadas con prisa.
Foto | Max Vakhtbovycn
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