Seguramente el pico de gallo sea lo primero que se te ha venido la cabeza, pero lamentamos informarte de que esta colorida salsa típica mexicana lo único que lleva es tomate, cebolla y chile jalapeño. Así que vas a tener que devanarte un poquito más los sesos para adivinar cómo se cocina el gallo. Si es que se puede cocinar, claro...
Antes de eso, descartamos también ese pescado blanco a la par que saludable que también es conocido como gallo del Mar del Norte. Hoy el protagonista es el gallo a secas, el de toda la vida, el que canta al amanecer (y a otras muchas horas del día) y del que, a diferencia de la gallina, tan poco sabemos a nivel gastronómico.
Y ahora sí, ¡nos adentramos en el apasionante mundo del gallo!
¿Se puede comer el gallo? ¿Cómo?
La respuesta a esta pregunta es un rotundo sí, aunque ahora veremos que hay matices. Lo primero que debemos tener claro es que los gallos no se crían para obtener carne, por norma general, aunque sí que se pueden comer y, de hecho, muchas personas disfrutan con el sabor de la carne de gallo. Es más, se dice que el sabor del gallo es más rico que el de la carne de gallina.
Lo que sí debes tener muy presente si te decides a cocinar carne de gallo es que debes seguir un consejo vital para que no se quede dura. El truco, que se lo puedes aplicar a cualquier ave que te apetezca guisar, consiste en introducir, con la ayuda de una jeringuilla, un líquido con alcohol (el brandy es un clásico) dentro del ave antes de cocinarla. Esto se debe hacer de forma uniforme, intentando llegar a todas las partes del animal, hasta que nos quedemos sin líquido dentro de la jeringuilla. Esto no sólo contribuirá a que la carne se quede mucho más tierna, sino que también hará que sea mucho más jugosa y sabrosa.
Antes de despedirnos, comentar que es probable que alguna vez hayas comido gallo sin saberlo. Por ejemplo, a veces ocurre que estás comprando gallina cuando en realidad al tendero le has pedido pollo en la tienda, y esto se hace porque generalmente es mucho mejor la carne de gallina que la del pollo (en general los machos no suelen ser una gran opción en el mundo de las aves). Otro ejemplo es el de la gallina de Cornualles, que a pesar de su nombre, se venden pajaritos de ambos sexos, así que en este caso tampoco tienes manera de saber cuál te ha tocado.
Y, también, claro está, se comen las crestas de gallo guisadas, muy típicas, por ejemplo, en Zamora.
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