Hay olores que no se olvidan fácilmente, y el del frigorífico cerrado durante días es uno de ellos. Abrir la puerta esperando frescura y encontrarse con un tufo denso es un golpe directo al apetito. Un puñetazo al estómago.
Y lo más desconcertante es que, por más que se tiren yogures caducados o verduras mustias, el olor persiste como un huésped no invitado. Y uno deja de saber adónde mirar y qué revisar para luchar contra este olor.
En muchas cocinas, el ritual de limpieza de la nevera se limita a retirar restos evidentes y pasar un paño por las baldas. Sin embargo, esa estrategia suele dejar intactos los verdaderos culpables.
Esto es así porque, como bien saben los técnicos, un mal olor en el frigorífico no siempre proviene de lo que ves. La fuente puede estar mucho más escondida y ser menos evidente.
Ecosistema de mohos
La confusión aumenta porque la nariz tiende a culpar a los alimentos. Pero en realidad, hay componentes del propio aparato que, si se descuidan, se convierten en un ecosistema perfecto para bacterias y moho. Y esos son olores que ningún ambientador puede disimular y que el ojo no ve.
Uno de los grandes olvidados es el depósito de drenaje, ese pequeño recipiente oculto detrás y debajo del frigorífico donde se acumula el agua de descongelación. Con el tiempo, esta agua se mezcla con polvo y restos orgánicos, creando una sopa poco apetecible y altamente olorosa. Si nunca lo has vaciado y limpiado, ahí podría estar tu problema.
Otra trampa olfativa son las bandejas extraíbles, habitualmente las de las verduras. Por muy limpias que parezcan, sus juntas y bordes acumulan líquidos derramados que se filtran y secan con el tiempo. Estas capas invisibles son un festín para los microorganismos, y solo una limpieza profunda y meticulosa puede erradicarlos por completo.
El tercer sospechoso es el moho en rincones invisibles: esquinas, burletes y zonas donde la condensación se instala. El moho no solo huele mal, sino que puede liberar esporas que afectan a la calidad del aire y, en casos prolongados, incluso a la salud. Una revisión regular y el uso de limpiadores específicos pueden prevenirlo.
Limpieza a fondo
La solución, en la mayoría de los casos, no requiere de tecnología futurista ni de costosos servicios técnicos. Se trata más bien de mantenimiento preventivo: limpiar a fondo cada cierto tiempo, no solo lo que se ve, sino también esos rincones que el ojo y la rutina suelen olvidar. Limpieza a fondo es sinónimo de limpieza total y liberación de olores.
Si tu frigorífico huele mal, no te limites a buscar el culpable en un envase olvidado. La causa puede estar en su propio sistema interno, esperando a que alguien se acuerde de limpiarlo. Un gesto sencillo que no solo elimina olores, sino que prolonga la vida útil del aparato y mejora la higiene en toda la cocina.
Foto | Bearfotos y Polina Tankilevitch