Imaginad su sorpresa, porque el experimento era relativamente sencillo. Los investigadores anularon el olfato de un grupo de ratones y, al cabo de un tiempo, se dieron cuenta de que esos ratones engordaron hasta un 16% menos que los ratones normales. ¡Y con el mismo menú! Era (casi) magia.
Visto el resultado, ni cortos ni perezosos, anularon el olfato de un grupo de ratones obesos y sí, bajaron de peso rápidamente pese a que comían básicamente lo mismo. Increíble y así lo está contando la prensa de medio país. Pero, ¿significa esto que "oler la comida engorda"?
Todo lo que nos hace falta saber (ahora mismo) sobre el metabolismo en dos párrafos y medio
Desde hace mucho tiempo sabemos que el hipotálamo tiene un papel importante en la regulación del metabolismo y de sus dos procesos fundamentales (el anabolismo y el catabolismo). Los procesos anabólicos sintetizan biomoléculas complejas, mientras que los procesos catabólicos transforman esos componentes en moléculas sencillas. Vamos, en términos muy generales, podemos decir que el anabolismo engorda (guarda componentes) y el catabolismo adelgaza (los prepara para gastar).
No son dos procesos separados; al contrario, están íntimamente relacionados y, en su equilibrio, reside la salud del organismo. Por eso, aunque sabemos que la información olfativa se procesa en el bulbo olfatorio, no es extraño pensar que el hipotálamo usa esa información que lo atraviesa para regular el organismo.
Vamos al queso... Quiero decir, ¡al grano!
Esa es una de las explicaciones que se dan los investigadores para explicar el fenómeno, pero hay alguna más. Al fin y al cabo, hablamos de un proceso de condicionamiento muy similar al de los perros de Pavlov o a lo que nos hace salivar cuando vemos comida.
Al oler comida, los ratones (que son animales eminentemente olfativos) preparan su cuerpo para comerla y procesarla. Esas señales olfativas desaparecen en los ratones incapaces de oler y el cuerpo no puede regularse bien.
Están, por así decirlo, engañando al cuerpo para que no se prepare: la comida no se espera y nos cuesta más tiempo procesarla que en condiciones normales. Así que sí. Efectivamente. Es cierto que el olor a la comida engorda. Eso sí, en ratones. Un detalle importante (¡fundamental!) que no podemos olvidar porque, a partir de aquí, todo son incógnitas.
Ratones, personas y viceversa
Reconozcámoslo, los ratones de laboratorio son casi ciegos (cuando los investigadores quieren animales que vean parecido a nosotros, usan palomas). ¿Tendrá el mismo efecto en humanos? Lo razonable es pensar que no. Se me ocurren media docena de claves psicoculturales más importantes que el olfato de cara a preparar el metabolismo para la comida.
Y, en todo caso, hemos de comprender que ratones y personas aprendemos rápido. El truco olfativo durará un tiempo, pero al final siempre acabaremos aprendiendo a acompasar nuestro metabolismo al mundo que nos rodea. hay muchas posibilidades de que "una dieta basada en no oler la comida" acabe siendo otra simple dieta milagro más
Imágenes | Nicole Abalde, Alice Popkorn