Hablar del Penedès es hacerlo de uno de los territorios más íntimamente ligados al vino en la Península Ibérica. Desde tiempos prerromanos, estas tierras catalanas han visto cómo las viñas cubrían su horizonte, dando lugar a una tradición vitivinícola que, siglos después, ha convertido la zona en el epicentro del cava y uno de los grandes referentes enológicos de Europa.
Pasear entre sus pueblos es encontrarse constantemente con bodegas centenarias, cooperativas modernistas y masías rodeadas de cepas, que cuentan con orgullo la misma historia: la de un territorio que vive y respira vino.
Localidades como Sant Sadurní d’Anoia, cuna indiscutible del cava; Vilafranca del Penedès, capital histórica de la comarca; o pequeñas villas como Subirats, Avinyonet del Penedès o Torrelavit, son ejemplos palpables de esa simbiosis entre paisaje, economía y cultura.
En cada una de ellas se alzan bodegas abiertas al visitante, museos especializados o casas solariegas construidas gracias a la prosperidad del comercio vitivinícola. Esa identidad compartida hace que el viajero que se adentra en la región descubra un territorio que va más allá del producto: es, en esencia, un modo de vida.
Pero el Penedès no es solo vino. El paso de las civilizaciones ha dejado tras de sí un rico patrimonio monumental, desde iglesias románicas y góticas hasta castillos medievales que jalonan colinas estratégicas. Las mismas fortificaciones que un día sirvieron de defensa son hoy miradores privilegiados sobre un paisaje donde las viñas siguen marcando el pulso de los días. Ciudades con trazados medievales, plazas porticadas o restos de murallas nos recuerdan que el auge de las viñas fue también motor de desarrollo urbano.
Esa riqueza cultural se ve reforzada por unas tradiciones profundamente enraizadas en el territorio. Desde la fiesta de la Fil·loxera en Sant Sadurní, que conmemora la superación de la plaga que devastó los viñedos en el siglo XIX, hasta los castells humanos que llenan de color y vértigo las plazas de Vilafranca, el Penedès es un territorio abierto y completo al que acudir a apenas 40 minutos de Barcelona y de Tarragona.
Día 1: una lección de historia; desde el Medievo al siglo XX
La primera jornada se puede iniciar sumergiéndonos en los vestigios medievales que pueblan el Alt Penedès. Un punto de inicio ideal es Vilafranca del Penedès, la capital comarcal, cuyo casco histórico conserva parte del trazado medieval. Allí se levanta la basílica de Santa Maria, un magnífico ejemplo de gótico catalán, construida entre los siglos XIII y XV.
Basílica de Santa Maria. ©Penedès Turisme.
Su sobria fachada contrasta con la riqueza de su interior, donde destaca un retablo mayor de alabastro. Pasear por sus calles adyacentes permite descubrir casas solariegas con ventanales góticos y patios interiores que evocan la prosperidad del vino en la Edad Media.
Desde allí te puedes acercar al Castell de Penyafort, en Santa Margarida i els Monjos. Este conjunto monumental, de acceso libre, combina restos medievales con añadidos posteriores y está muy vinculado a la figura de Ramon Penyafort, dominico del siglo XIII y patrón de los juristas.
Castellers de Vilafranca del Penedès.
Otro enclave imprescindible es Olèrdola, un conjunto histórico-arqueológico de primer orden. Situado en un promontorio, conserva restos que van desde la época íbera hasta la medieval. La iglesia románica de Sant Miquel, las murallas y las tumbas antropomorfas excavadas en la roca ofrecen un recorrido único a través de los siglos.
Conjunto monumental de Olèrdola. ©Turisme Penedès.
Tras la parada, podemos proseguir, coche mediante, hacia Avinyonet del Penedès, donde el monasterio de Sant Sebastià dels Gorgs sorprende por su monumentalidad. Fundado en el siglo XI, mantiene buena parte de su claustro románico, decorado con capiteles esculpidos.
El acceso es gratuito y su visita resulta breve, ideal para combinarla con otros puntos de interés cercanos. Este enclave, a menudo menos frecuentado, permite disfrutar con calma de un patrimonio que nos habla de la importancia eclesiástica en la Edad Media.
Monasterio de Sant Sebastià dels Gorgs. ©Turisme Penedès.
Muy cerca, en Subirats, se alza el Castell de Subirats, documentado ya en el siglo X y considerado uno de los más antiguos de la comarca. Situado en un cerro estratégico, ofrece unas vistas panorámicas excepcionales sobre las viñas y las sierras que delimitan el Penedès.
Castell de Subirats. ©Turisme Penedès.
La visita, que puede hacerse en poco más de una hora, permite recorrer los restos de murallas y torres, además de una pequeña ermita románica anexa, la de Sant Pere del Castell.
Comida: entre melocotones y bares de pueblo
En Subirats vamos a encontrar dos restaurantes ineludibles que sumergen, aunque sea por unas horas, al comensal en un ambiente propio de la película Alcarras, casi como un viaje en el tiempo para comer a la sombra de olmos y entre terrazas empedradas.
Xatò. ©Cal Xim.
Cal Xim empezó en los años 70 como bar de pueblo, pero pronto se convertiría en un restaurante donde la cocina catalana se manifiesta con precisión, cariño y sencillez. Desde entonces, Cal Xim es un emblema donde no faltan las escalivadas, las carnes a la brasa y una de las hamburguesas más singulares que conozco: la hamburguesa de manitas de cerdo.
No te pierdas tampoco los caracoles, el cap i pota con sus garbancitos –una leguminosa muy apreciada en el Penedès– y sus postres caseros. Eso sí, ten en cuenta que este chivatazo es vox populi, así que anticipa la reserva si quieres catar Cal Xim.
Rodaballo a la brasa. ©Cal Xim.
La otra alternativa en Subirats es apostar por Cal Pere del Maset, un restaurante donde ya cambia el tono hacia algo más sofisticado, tanto en presentaciones como en pretensiones, pero muy recomendable en una evolución de la cuina catalana en las manos del chef Pere Massana, que recogió este testigo familiar abierto en la década de los años sesenta.
Cal Pere del Maset.
Ineludible también en el trabajo de la casquería del cerdo, el cap i pota o los pies de cerdo con ciruelas son imprescindibles de un restaurante que también trabaja carnes de autor a la brasa, muy buenos pescados y donde tampoco merece la pena perderse sus macarrones al cardenal o los canelones de rostit.
Níscalos con butifarra negra. ©Cal Pere del Maset.
Si vas en un sábado de verano, antes de aterrizar aquí, date una vuelta por el mercadillo del melocotón de Ordal, donde productores locales ponen sus frutas a la venta en un souvenir que todos te agradecerán.
Tarde: un libro abierto sobre el siglo XX
El Penedès también ofrece testimonios del siglo XX, reflejados en museos y edificios que narran un pasado reciente. La tarde puede arrancar en Vilafranca, donde se encuentran varios ejemplos de arquitectura modernista vinculada a la bonanza vitivinícola.
Edificio modernista en Vilafranca del Penedès.
La Casa Miró, la Casa Macià o la Casa Noguera, con sus fachadas decoradas y balcones trabajados, son parte de un recorrido urbano que puede hacerse de forma libre o con visitas guiadas programadas por la oficina de turismo.
CIUDEB, Centro de Interpretación Última Defensa de Barcelona.
Aquí también puedes acercarte al Vinseum de Vilafranca del Penedès, el Museo de las Culturas del Vino de Cataluña. Aunque su discurso principal gira en torno a la viticultura, dedica también espacio a la modernidad y a la transformación social de la comarca en el último siglo. Además, organiza exposiciones temporales de arte contemporáneo y música en directo.
Cuevas del Ciarga.
Saliendo del vino, hay vida en el Penedès y una buena lección de historia aparece muy cerca de Vilafranca. En Santa Margarida i els Monjos se encuentra el refugio antiaéreo del Serral, excavado en plena Guerra Civil, para proteger a la población de los bombardeos. La visita, que debe reservarse previamente, recorre las galerías subterráneas y permite comprender de forma tangible la dureza de aquel periodo.
Muy cerca, el CIARGA (Centre d’Interpretació de l’Aviació Republicana i la Guerra Aèria) amplía esa mirada histórica con un relato más amplio. Ubicado en el aeródromo republicano del municipio, ofrece exposiciones sobre la aviación militar, la participación internacional y la importancia estratégica de la zona durante la contienda.
Exposición. ©Museu del Ferrocarril de Catalunya.
Una alternativa para recorrer también el territorio y comprobar cómo el vino lo moduló es aproximarse a Vilanova i la Geltrú, aunque oficialmente es Baix Penedès, y descubrir el Museo del Ferrocarril de Catalunya, con un trayecto sencillo de apenas 20 minutos desde Vilafranca.
Cena: la Vilafranca más sabrosa
Raviolis de ternera bourguignon. ©Vilagut.
Vilafranca es también el epicentro gastronómico al que aferrarse para cenar –o tomar recomendaciones para la comida– en una zona donde lo localista está de bendita moda.
En el restaurante Vilagut, el chef Julià Bernet, tras formarse en Sitges pero nativo de esta zona, responde al órdago culinario con una cocina que se empapa de mar y montaña y recetas tradicionales, aunque con ciertos guiños de modernidad bien entendida.
Lomo de bacalao con garbanzos y cap i pota. ©Vilagut.
Sin altibajos y con mucho sabor, Bernet además pone en marcha carta y menú degustación (muy ajustado de precio) en una apuesta decidida por productos de proximidad, calidad y buenos puntos. Aunque el menú cambia a menudo, apuestas a caballo ganador son sus pastas caseras, los platos de marisco y los detalles de platos de carne, con fondos bien trabajados, a los que echar el guante en cualquier momento.
Pichón de sangre con vino rancio. ©Vilagut.
Más clásico, pero de una calidad también fuera de duda es El Cigró d'Or, literalmente 'el garbanzo de oro', pues insistimos en la devoción que se tiene en el Penedès a este humilde producto. Aquí, en el centro de la localidad y dentro del Mercado de la Carne, el chef Aliol Llavina ejecuta una cocina que nunca deja atrás a las esencias locales.
Gallo del Penedès asado. ©El Cigró d'Or.
Además de sus garbanzos, no faltan referencias al gallo negro del Penedès y guisitos marineros a los que echar el guante entre semana y en fin de semana. También tiene un pequeño bar donde sirven entrepanes y sándwiches, así que también se puede resolver la cena –o la comida– de una manera más casual.
Día 2: cavas y enoturismo de autor en el Penedès
Cavas Mestres.
Mañana: bodegas centenarias y tradición
El segundo día comienza con una inmersión en la esencia más genuina del Alt Penedès: las bodegas familiares que han sabido mantener la tradición sin renunciar a la innovación.
En Sant Sadurní d’Anoia, cuna indiscutible del cava, se encuentra Mestres, una de las casas más antiguas de la comarca, con más de 700 años de historia vitivinícola. Sus cavas subterráneas y sus largas crianzas de cava brut nature muestran cómo se puede conjugar artesanía y excelencia. La visita, de unas dos horas, permite recorrer las instalaciones históricas y finalizar con una cata de algunos de sus vinos y cavas más singulares.
Cata en AT Roca.
Vilafranca del Penedès ofrece otra parada imprescindible: AT Roca, proyecto impulsado por Agustí Torelló Sibill y sus hijos, que apuesta decididamente por el vino de terruño y las variedades autóctonas.
Aquí, cada parcela se vinifica por separado para reflejar la identidad del suelo y el clima. Las visitas son reducidas, cercanas y didácticas, con precios que oscilan entre los 25 y los 3o euros, además, tienen un wine bar con vistas desde el que tomar una copa.
En Subirats, considerada la “capital de la viña”, destaca Celler Viader, una bodega familiar que combina tradición y sostenibilidad. La visita a Can Rossell de la Llena incluye paseos entre viñedos, visitar la propia cava y degustar alguno de sus vinos, todo con el sello personal del viticultor y bodeguero Eduard Viader.
Instalaciones de Celler Viader.
La ruta puede ampliarse con un alto en Recaredo, en Sant Sadurní d’Anoia, una de las bodegas más prestigiosas del Penedès, reconocida internacionalmente por sus espumosos de larga crianza elaborados en biodinámica. Sus visitas, de plazas muy limitadas y reserva previa, significan adentrarse en una de las casas que más ha contribuido a dar valor al espumoso catalán.
Otra alternativa igualmente interesante son las bodegas Llopart, en Subirats, con una ubicación privilegiada en la finca de Can Llopart, desde la que se obtienen unas panorámicas espectaculares sobre Montserrat. Su cava original, documentada en el siglo XIV, y sus vinos de finca muestran la importancia histórica de esta bodega que ofrece actividades de enoturismo para todos los precios y públicos.
Viñedos de Llopart.
También Torelló, en Gelida, ofrece recorridos que combinan tradición y vanguardia, con especial atención a la producción ecológica y cuya oferta de visita incluye rutas entre viñas, catas y brunches en mitad del viñedo.
Comida: la estrella Michelin que brilla verde en el Penedès
Todo tiene sentido en Casa Nova, un restaurante ubicado en la Finca Cal Tòfol en Sant Martí Sarroca, y que se ha convertido en un proyecto gastronómico singular construido sobre una antigua granja avícola.
Fundado por Andrés Torres, excorresponsal de guerra, esta finca-restaurante incorpora huertos, colmenas y producción propia en su propuesta culinaria. La cocina refleja su trayectoria y vivencias: menús contemporáneos inspirados en recetas maternas, elaborados con productos del entorno, y con una fuerte apuesta por la sostenibilidad y la autosuficiencia.
Habas andinas a la catalana, pañuelo de calamar del mediterraneo y cremoso de habas.
En 2024 Casa Nova se convirtió en el primer restaurante del Penedès en recibir una Estrella Michelin, y ya había obtenido anteriormente la Estrella Verde.
Lomo de berenjena con salsa de miel y soja y crujiente de berenjena con su cremoso.
El ambiente, la propuesta y la sinceridad de lo ofrecido bien merecen acercarse a este restaurante que solo ofrece menú degustación (el largo, bautizado Gran Vendimia; y uno un poco más breve, bautizado como Raíces) en los que, en la medida de lo posible, todo sale de los huertos y campos próximos.
Tarde: pie a tierra (y a los pedales)
Una de las ventajas del Alt Penedès es que las alternativas para poner en marcha turismo activo, ya sea haciendo senderismo o en cicloturismo, es bastante sencillo y podemos llevar la bici 'a cuestas' en el coche y hacer alguna escapada sin complicarnos.
Cicloturismo entre viñedos. ©Penedès Turisme.
Aunque hay algunas partes que, lógicamente, se encaraman hacia la sierra, las pendientes del Penedès son, en general, accesibles para un nivel intermedio para ciclistas de carretera y las alternativas son muy variadas. Algunas de hecho, forman parte del recorrido que te invitamos a hacer también en coche, pero hay otras que solo se pueden hacer a pie o sobre dos ruedas.
Una de ellas es la ruta circular del Castell de Subirats, ideal para senderistas que quieren combinar ejercicio con historia. El itinerario parte de Lavern-Subirats y asciende entre viñedos y bosques hasta llegar a las ruinas del castillo, desde donde se disfruta de una panorámica completa del paisaje vitivinícola. A la vuelta, por caminos rurales, vas a ver pequeñas masías salpicando todo el territorio con atardeceres llenos de color.
Ya sobre la bici, una opción muy recomendable es la ruta “Entre vinyes i miradors”, también en Subirats. Este recorrido circular de unos 20 km atraviesa viñedos, se detiene en miradores naturales como la Cadira del Bisbe y pasa por pueblos como Sant Pau d’Ordal. Es perfecta para bicicleta eléctrica o gravel, y permite organizar paradas en bodegas o cooperativas locales para complementar la actividad física con enoturismo.
Miravinya El Circell, en Avinyonet del Penedès. ©Turisme Penedès.
Otra caminata interesante es la ruta del Castell d’Olèrdola, que permite explorar a pie el parque arqueológico de Olèrdola. A lo largo de unos seis kilómetros te sumergirás en miles de años de historia, apareciendo en la ruta restos ibéricos, romanos y medievales, todo enmarcado en un paisaje de bosque mediterráneo y con vistas hacia el Garraf.
Castell de Sant Martí Sarroca. ©Ajuntament de Sant Martí Sarroca.
También se puede recorrer en bici el Camí del Riu, una ruta cicloturista que sigue el curso del río Foix entre Vilafranca del Penedès y Sant Martí Sarroca. El camino, entre campos de cultivo y pistas rurales, es tranquilo y poco transitado, ideal para quienes buscan pedalear sin prisas. Al final, espera el Castell de Sant Martí Sarroca, una joya medieval que corona el recorrido con vistas elevadas sobre la comarca.
Enobicing Penedès.
Por último, rutas como la de Font-rubí a Puigdàlber o la de las Fonts de Torrelles de Foix ofrecen paseos más cortos y accesibles, perfectos para una excursión de medio día o para hacer en familia. La primera atraviesa campos y caminos agrícolas del interior, mientras que la segunda sigue el curso del río Foix entre fuentes naturales y zonas de descanso
Cena: como en casa, en ningún sitio
Si vas al Penedès, vas a comprobar que muchos restaurantes, directamente, tienen el apelativo 'Cal' en su nombre. Esta variación no significa otra cosa que 'casa' y si hablamos de cenas tranquilas, en Vilafranca y Sant Sadurní, no podemos dejar de recomendar otras dos paradas accesibles, sabrosas y entendibles.
Arroz con mejillones y calabacín. ©Ticus.
En Sant Sadurní d'Anoia, una apuesta segura es la de Ticus, un restaurante inspirado en el movimiento Slow Food y que comandan los hermanos Oriol y Joan Martínez, donde hacen brillar su propuesta en un edificio histórico del siglo XVIII, aunque la carta cambia cada al día, los platos de inspiración catalana son la seña de identidad de un restaurante donde, si puedes, echa mano al xatò, a sus pies de cerdo rellenos y a los platos de verduras de temporada.
Restaurant Cal Ton.
Cambiando de registro y de nuevo en Vilafranca del Penedès, otra referencia ineludible es la de Cal Ton, otro ilustre de la zona que inició su recorrido a principios de los años ochenta y donde la cocina catalana se expresa con contundencia.
Setas, jamón y huevo poché. ©Restaurant Cal Ton.
Con un espacio cómodo y renovado, Cal Ton ha ido evolucionando en sala y servicio, fiel a la cocina, ofreciendo mucha calidad y cercanía con una propuesta clásica y sabrosa a la que mantener siempre como referencia.
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