El blanco ha reinado durante décadas en las cocinas modernas, convertido en el uniforme de lo limpio y lo neutro. Sin embargo, Ferran Adrià, icono de la vanguardia gastronómica, ha decidido borrar ese dogma en su espacio museístico y romper, una vez más, con lo establecido. Su cocina y salón no son un quirófano reluciente, sino un espacio que se siente vivido, lleno de matices y texturas, incluso de historias.
Hay quienes esperan que un genio culinario esté rodeado de acero inoxidable y superficies impolutas. Pero Adrià sorprende con un escenario más cercano a la atmósfera museística que a una mesa de operaciones en su restaurante elBulli reconvertido en museo, que cuenta con 69 instalaciones y cuatro espacios.
La cocina está diseñada como un lugar donde el arte y la comida dialogan, con materiales que invitan a la contemplación, no solo a la acción. El contraste aparece al avanzar hacia el comedor. Frente a la modernidad calculada de la cocina, el comedor recupera el calor de la tradición familiar, de las fundas de flores y del estilismo de abuela.
Allí, los tonos más acogedores y la disposición clásica de la mesa recuerdan que, pese a la innovación, la comida sigue siendo sobre todo un acto social, un rito cotidiano que trasciende generaciones.
El chef huye deliberadamente del blanco dominante. En su lugar, aparecen tonos oscuros y maderas que transmiten profundidad visual y carácter. La elección no es casual: Adrià entiende la cocina como un escenario de creación, donde los materiales evocan tanto la calma como la intensidad del trabajo creativo.
Un espacio de contemplación
Más que un lugar para freír cebollas, la cocina-museo de Adrià se asemeja a una sala expositiva. Cada detalle está cuidado para convertirse en parte de un relato visual: superficies sobrias, iluminación precisa y un ambiente donde cada objeto tiene un sentido. No es un espacio pensado para improvisar, sino para detenerse y admirar.
El comedor, un viaje en el tiempo
Si la cocina es un guiño al futuro, el comedor parece mirar hacia atrás. Allí la madera y los detalles tradicionales construyen un entorno donde lo importante es compartir momentos. No hay experimentación radical, sino una atmósfera reconocible, casi nostálgica, que contrasta con el aire innovador del resto de la casa, al que también rinde homenaje.
Entre arte y funcionalidad
La cocina-museo de Adrià plantea una reflexión que invita a preguntarse sobre si este es realmente un espacio para cocinar o para exhibir. La respuesta está en el equilibrio. Es un entorno plenamente funcional, pero diseñado con un lenguaje estético que recuerda que la gastronomía, en manos de su creador, es también arte contemporáneo.
ElBulli muestra un discurso claro: lo moderno no excluye lo tradicional. Con una cocina que rompe moldes y un comedor que reconcilia con la memoria, Ferran Adrià convierte su emblemático restaurante en un manifiesto de vida cotidiana y creatividad. Y demuestra, una vez más, que incluso lejos de los focos mediáticos, sigue marcando tendencia.
Fotos | ElBullifoundation