Europa está salpicada de palacios majestuosos, testigos de siglos de poder, fasto y ambición real. Desde el lujo refinado del Palacio de Versalles hasta la sobria grandiosidad del Palacio de Invierno de San Petersburgo, pasando por la elegancia de Buckingham Palace o la magnificencia del Palacio Real de Madrid.
Pero hay uno que los supera a todos en tamaño: el Palacio Real de Caserta (Reggia di Caserta), una joya arquitectónica en el sur de Italia que, curiosamente, fue obra de un rey español.
El artífice de esta descomunal residencia fue Carlos de Borbón, que más tarde se convertiría en Carlos III de España. Mientras aún reinaba en el Reino de Nápoles y Sicilia, Carlos decidió construir un palacio que rivalizara —y superara— a Versalles, tanto en dimensiones como en esplendor.
El proyecto fue encargado en 1751 y tenía como propósito no solo servir de residencia real, sino también simbolizar el poder de la dinastía borbónica en el sur de Italia.
La majestuosidad de Reggia di Caserta
La dirección de la obra recayó en el arquitecto Luigi Vanvitelli, una de las figuras más destacadas del barroco tardío y el neoclasicismo. Vanvitelli concibió un edificio monumental, de formas armoniosas, con una planta rectangular y cuatro patios interiores, que suman una superficie de unos 47.000 metros cuadrados.

El palacio cuenta con más de 1.200 estancias, 34 escaleras y una gran capilla palatina, además de un espectacular teatro de corte inspirado en el Teatro San Carlo de Nápoles.
Pero más allá del edificio en sí, lo que verdaderamente asombra es su entorno. La Reggia está rodeada por un inmenso parque de 120 hectáreas, diseñado con jardines a la francesa, estanques, fuentes monumentales y una imponente perspectiva axial de más de tres kilómetros de longitud. Este eje culmina con la Gran Cascada, una obra hidráulica tan impresionante como simbólica.

Situado en la localidad de Caserta, a unos 30 kilómetros al norte de Nápoles, el palacio pretendía convertirse en el nuevo centro administrativo y cortesano del reino. Sin embargo, el destino quiso otra cosa.

En 1759, tras la muerte de su hermano Fernando VI, Carlos tuvo que regresar a España para ceñirse la corona como Carlos III, dejando el palacio prácticamente recién inaugurado y con un uso limitado como residencia real.

Hoy en día, la Reggia di Caserta es Patrimonio de la Humanidad y uno de los complejos arquitectónicos más impresionantes de Europa. Aunque su nombre no sea tan conocido como el de Versalles, su magnitud y ambición no tienen parangón. Una obra monumental que recuerda cómo un rey español dejó su huella, también, al otro lado del Mediterráneo.

Actualmente, tras una intensa renovación, Reggia di Caserta es totalmente visitable. La entrada completa al palacio y los jardines cuesta 19 euros y lleva en total unas cuatro horas de recorrido. Se puede acceder solo a los aposentos reales (por 12 euros y un recorrido de unas dos horas y media) o solo a los parques y al jardín inglés (por nueve euros y alrededor de hora y media). En cualquiera de los casos, lo más recomendable es adquirir las entradas en la página web oficial de Reggia di Caserta.
Imágenes | Italia.it / Reggia di Caserta / Reggia Ufficiale
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