Liliana Fuchs
EditorLa Alcarria siempre parece un comodín infalible para visitar en una escapada exprés o un viaje más largo desde casi cualquier punto de España. Sus paisajes cambiantes según la estación ya ofrecen una buena excusa para descubrir la zona, pero son sus pueblos quizá el mayor atractivo de este rincón manchego. Y nada mejor para adentrarse en la comarca que empezando por Pastrana, considerada la capital de la misma.
Inmortalizada por Camilo José Cela en su imprescindible Viaje a la Alcarria de 1946, este pueblo situado entre el Tajo y el Tajuña, en la vega del río Arlés, no parece haber cambiado mucho desde que el escritor cruzara sus calles y plazas. En el corazón de la provincia, a 47 km de la capital Guadalajara y a menos de hora y media desde Madrid, Pastrana es ideal para una escapada de interior en la que disfrutar de su patrimonio histórico, su gastronomía y su bello entorno natural.
Aunque la zona pudo haber estado habitada por algunos poblamientos anteriores, la villa no nace hasta el siglo XIII cuando fue fundada bajo la Orden de Calatrava durante el repoblamiento cristiano de la zona. Ya en el siglo siguiente obtuvo su independencia al recibir el privilegio real de Villa, hasta que Carlos I la vendió a Ana de la Cerda, condesa de Mélito y abuela de la princesa de Éboli. Volvería a pasar de manos años más tarde cuando esta la vendió a los futuros duques de Pastrana y príncipes de Éboli, bajo cuya propiedad la villa comenzó su verdadera época de esplendor.
Con los siglos Pastrana ha sabido conservar su importancia como centro clave de La Alcarria, manteniendo un patrimonio histórico-artístico de primer nivel que le ha valido para que su centro sea reconocido como Conjunto Histórico Artístico. Además, forma parte de la red de Pueblos más bonitos de España gracias a a la belleza de su trazado urbano y la riqueza de sus monumentos y edificios.
En Pastrana destacan tres grandes hitos monumentales que marcan la visita de cualquiera que se acerque a recorrer sus calles por primera vez; los conventos carmelitas fundados por Santa Teresa y San Juan de la Cruz, y el imponente Palacio Ducal. Pero no son en absoluto los únicos, pues todo el pueblo, que apenas tiene 95 km² en todo el municipio y no llega a los 900 habitantes, está salpicado de monumentos y edificios que trazan una ruta patrimonial perfecta para sumergirse en su historia.
A través de sus bonitas calles se pueden atravesar calles estrechas medievales y barrios y plazas más señoriales, con bonitas viviendas tradicionales de paredes blancas y edificios históricos y monumentales, llenos de detalles que son testigos mudos de la rica historia del pueblo, como escudos, relojes de sol y fuentes.
Muchas casas históricas conservan el tradicional modelo palaciego con patio central de columnas de madera a dos alturas, con una fachada en la que destaca la portada adintelada de sillares y un balcón central. Además de los citados conventos, hay más edificios religiosos, incluyendo la iglesia de La Colegiata, así como restos de la antigua muralla medieval y museos que merece la pina visitar, uno de ellos en la misma Colegiata.
Gastronómicamente, Pastrana es un fiel reflejo de la cocina manchega que sabe aprovechar los recursos alcarreños, entre los que destaca la famosa miel de La Alcarria, que se puede comprar en distintos formatos o disfrutar en el lugar a través de muchos platos y dulces. Es una cocina perfecta para reponer fuerzas en los meses más fríos, con platos como las gachas, las migas manchegas y el cordero y el cabrito al horno. Pero tampoco desmerece en absoluto la dulcería típica, con delicias como las yemas de Santa Teresa, los bizcochos borrachos, rosquillas, dobladillos, pestiños y hornazos.
En los alrededores hay disponibles varias rutas de senderismo aptas para todas las edades que permiten conocer mejor el bello entorno de la comarca, pudiendo además de disfrutar de impresionantes vistas del propio pueblo en puntos como el Mirador del Calvario o la ruta de la ermita de San Agustín.
Imágenes | Turismo de Pastrana
