La provincia de Valencia no es solo sinónimo de playas doradas y veranos bulliciosos. Más allá de su costa mediterránea, el interior valenciano esconde tesoros que brillan con luz propia cuando el otoño tiñe de ocre y dorado los paisajes. Entre estos secretos bien guardados, Chelva se alza como un destino imprescindible para los amantes del turismo rural y las actividades al aire libre.
Enclavado en el corazón de la comarca de Los Serranos, Chelva es un pueblo que parece sacado de un cuento. Sus calles empedradas, sus casas encaladas con toques de azul intenso y su rica historia que se remonta a tiempos de los íberos, hacen de esta localidad un lugar único donde el tiempo parece haberse detenido.
El otoño es, sin duda, la época perfecta para descubrir Chelva. El clima suave, los bosques que rodean el pueblo vestidos con su manto otoñal y la ausencia de las aglomeraciones veraniegas crean el escenario perfecto para disfrutar de la naturaleza y la tranquilidad que ofrece este rincón valenciano.
Chelva se encuentra a unos 70 kilómetros al noroeste de la ciudad de Valencia, en plena sierra del mismo nombre. Para llegar desde la capital valenciana, lo más sencillo es tomar la CV-35 en dirección a Ademuz y desviarse en Losa del Obispo hacia la CV-395. El trayecto en coche dura aproximadamente una hora y media, serpenteando por carreteras que ofrecen vistas espectaculares del paisaje interior valenciano.
Qué hacer en Chelva
Una vez en Chelva, las opciones para disfrutar de la naturaleza y la historia local son numerosas. El casco antiguo del pueblo, declarado Bien de Interés Cultural, merece una visita pausada. El barrio morisco de Benacacira, con sus callejuelas estrechas y sinuosas, y el barrio judío de El Azoque, transportan al visitante a otras épocas. La Iglesia Arciprestal de Nuestra Señora de los Ángeles, de estilo renacentista, domina el perfil del pueblo y ofrece unas vistas impresionantes desde su torre.
Pero es en los alrededores de Chelva donde el turismo activo encuentra su máxima expresión. La Ruta del Agua es, sin duda, el sendero más emblemático de la zona. Este recorrido circular de unos cinco kilómetros sigue el curso del río Tuéjar, pasando por molinos antiguos, acueductos romanos y paisajes de una belleza sobrecogedora. El camino está bien señalizado y es apto para todos los públicos, lo que lo convierte en una excursión perfecta para familias. Incluso se puede caminar por un antiguo acueducto romano, el de Peña Cortada.
Para los más aventureros, la Sierra de Chelva ofrece rutas de senderismo más exigentes. El ascenso al Pico del Remedio, de 1.054 metros de altitud, recompensa el esfuerzo con unas vistas panorámicas que abarcan desde el Mediterráneo hasta las sierras del interior. La ruta, de unos 12 kilómetros ida y vuelta, requiere unas cinco horas para completarse y un nivel medio de condición física.
Los amantes del barranquismo encontrarán en Chelva un paraíso para su disciplina. El Barranco del Gorgo, a pocos kilómetros del pueblo, ofrece una experiencia inolvidable para los iniciados en este deporte. Con una longitud de unos dos kilómetros y un desnivel de 150 metros, el recorrido incluye saltos, toboganes naturales y tramos de natación entre paredes de roca caliza. Es imprescindible contar con equipo adecuado y guías experimentados para realizar esta actividad de forma segura.
Para aquellos que prefieren actividades menos intensas, el entorno de Chelva ofrece opciones igualmente atractivas. El Embalse de Benagéber, a unos 15 kilómetros del pueblo, es ideal para practicar piragüismo o simplemente disfrutar de un día de picnic a orillas del agua. La pesca también es popular en esta zona, especialmente la de trucha en el río Turia.
La gastronomía local merece un capítulo aparte. Chelva es famosa por sus embutidos artesanales, especialmente la longaniza y el chorizo. El "ajo arriero", un plato a base de patatas, bacalao y ajo, es otra especialidad que no hay que dejar de probar. Los restaurantes del pueblo ofrecen estos y otros platos tradicionales, utilizando productos locales de temporada que en otoño incluyen setas y caza.
Para los aficionados a la fotografía, Chelva es un destino soñado. Las casas azules del barrio morisco, los atardeceres sobre la sierra y los bosques teñidos de colores otoñales ofrecen oportunidades infinitas para capturar imágenes espectaculares. El mirador de la Cruz, accesible tras una corta caminata desde el centro del pueblo, es un lugar privilegiado para fotografiar el atardecer sobre el valle.
Aunque Chelva se puede visitar en un día, lo ideal es dedicarle al menos un fin de semana para poder disfrutar con calma de todo lo que ofrece. El pueblo cuenta con varias opciones de alojamiento, desde casas rurales hasta un camping situado a las afueras, perfecto para los que quieren estar en contacto directo con la naturaleza.
Imágenes | Turismo de Chelva / Comunitat Valenciana
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