Tomar un buen café en España empieza a ser cada vez más fácil, pero la mediocridad sigue reinando en los bares y cafeterías corrientes. Por no decir directamente que es un café terrible, quemado, torrefacto y purgante. No es de extrañar que el café con leche o el cortado sean las opciones favoritas de los españoles, para hacer esos brebajes más soportables. Lo que no nos esperábamos es que se hayan puesto de moda en el extranjero.
Con lo que nos gusta aquí copiar modas foráneas que suenen a moderno, original y cool -sea lo que sea eso-, es chocante que el humilde café con leche esté triunfando en países como Estados Unidos, cuna de las cadenas tipo Starbucks y sus recetas fantasiosas, o por media Europa, donde el café de especialidad nos lleva muchos años de ventaja.
Portales y medios de referencia gastronómica estadounidense comparten la receta del café con leche como si fuera la bebida más original del mundo, y también se han sumado, cómo no, blogueros e influencers culinarios de aquel país. En The Spruce, por mencionar el ejemplo más reciente, destacan que es una bebida muy fácil de hacer en casa en solo 10 minutos, y que no requiere ningún equipamiento especial más allá de la cafetera italiana moka. Y quizá ese sea el motivo de su éxito.
Antes de dar la receta aclaran conceptos básicos para el bebedor de café ajeno a la cultura española, diferenciándolo de otras preparaciones con leche como el capuccino y el latte. Mencionan que nuestra bebida se hace con leche vaporizada, no espumada, y que lo habitual es mezclar la misma cantidad de café que de lácteo. No van desencaminados, aunque, como ya sabemos, es cuestión de gustos y cada uno lo pide o lo prepara a su voluntad.
Es muy probable que parte del éxito de esta bebida en tierras americanas se deba precisamente a que es muy popular entre muchas comunidades latinas y países como Cuba o México, pero sin duda ha influido el interés creciente que está despertando la cocina española en los últimos años.
En Europa, además, se está produciendo un fenómeno similar con el cortado, cuya presencia en la oferta de las cafeterías especializadas la detectamos ya desde hace años. Sin ir más lejos, nos lo encontramos en la oferta de un local del aeropuerto de Copenhague al regresar de nuestro viaje a Oslo. Y en Reino Unido, con Londres a la cabeza como capital donde el café de especialidad está haciéndole sombra al té, el cortado se ha convertido en un habitual de multitud de establecimientos.
Por qué, de pronto, algo tan simple como el café con leche está llamando tanto la atención en otros países es algo difícil de explicar. Quizá no le hemos dado el valor que se merece, tan acostumbrados que estamos aquí a tomarlo a diario como algo rutinario, cotidiano, casi como la gasolina que nos pone en marcha cada mañana para enfrentarnos al mundo.
Claro que, intuimos, fuera de España lo prepararán con más cariño que en la mayoría de bares -y muchos hogares- nacionales, donde aún el torrefacto campa a sus anchas, con máquinas mal cuidadas y una leche que a menudo se hierve hasta temperaturas del infierno.
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