Huevos Benedict, no madrugar, cócteles a mediodía… Parece que el mundo del brunch es un paraíso del hedonismo donde sentir el placer de la dolce vita un domingo que nos haga sentir en una versión de Desayuno con diamantes.
Sin embargo, ni está Audrey Hepburn ni hay diamantes que valgan ante una situación que, explican en Sfgate, comienza a proliferar en los brunch que se sirven en la bahía de San Francisco: clientes que vomitan sin parar.
Una denuncia que ha llevado la situación hasta el extremo de que los restaurantes —no todos— se han visto en la necesidad de incluir un extra en las comandas de los clientes que vomiten, ya sea en las mesas o en el baño. Una solución drástica que pretende poner fin a las vomitonas compulsivas de muchos de sus clientes que han caído en un, casi literal, pozo sin fonda: el del cóctel mimosa.
Convertido en bebida recurrente en los brunch, el cóctel mimosa es una mezcla de zumo de naranja y un espumoso y, generalmente, se sirve a discreción en este tipo de restaurantes. El problema ha llegado cuando los clientes no hacen otra cosa más que beber y aprovecharse de ese refill constante que acaba provocando que, bien sea en la mesa o en el baño, acaben vomitando.
Por eso, son algunos restaurantes los que han empezado a implementar multas de hasta 50 dólares —algo más de 47 euros— en los clientes que acaben vomitando en sus instalaciones. La realidad, como explican desde Sfgate, es que tras la pandemia ha aumentado el número de clientes que van a los brunch, pero parece que la comida ha pasado a un segundo plano y que los consumidores lo conciben como algo parecido a un afterhours donde seguir bebiendo, especialmente entre la clientela más joven.
Con el personal de restaurantes y bares especialmente soliviantado en Estados Unidos —recordemos que tienen un salario mínimo y que el resto depende de las propinas— e inmerso en lo que se conoce como la Gran Renuncia (que ha hecho que miles de trabajadores dejen la hostelería, entre otros sectores), los hosteleros no parecen muy por la labor de perder a los pocos trabajadores que les quedan y que, además, tampoco son muy proclives a tener que estar limpiando más vómitos de la cuenta.
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Además, entre otros remedios, como explican en Sfgate, los hosteleros están llegando a otras soluciones como limitar el tiempo del brunch, servir ellos mismos a los clientes —en muchos restaurantes las mimosas están a libre disposición— o intercalar zumos de frutas entre cada servicio de mimosa para intentar así evitar la ingesta masiva de alcohol.
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