La lavanda es una de esas plantas que parecen no requerir presentación. Aparece en todas partes: en ramos de flores, en perfumes, en productos de limpieza e incluso en recetas de repostería, como un bizcocho de limón y lavanda. Pero aunque parezca casi indestructible, esta especie tan apreciada necesita ciertos cuidados para lucir en su máximo esplendor.
Uno de los secretos para garantizar que la lavanda saludable destaque es elegir un lugar donde pueda recibir al menos seis horas de sol al día. No es una planta para rincones sombríos ni para espacios donde la luz escasea. Al contrario, necesita sentirse bañada por el sol para mostrar toda su intensidad de color y aroma.
Otra clave para lograr un crecimiento vigoroso reside en un suelo aireado y bien drenado. El exceso de humedad es su peor enemigo, y unas raíces encharcadas solo garantizarán flores apagadas y tallos débiles. Por eso, antes de plantarla, es vital garantizar que la tierra no acumule agua.
El riego es otro punto donde muchos fallan. A pesar de parecer una especie seca y adaptada al calor, la lavanda necesita un riego moderado, especialmente en el primer año tras su plantación. Después, una vez adaptada, soporta periodos de sequía, pero sigue prefiriendo una hidratación puntual y controlada. Más allá de estos consejos, existen tres principios de gran ayuda.
Cortarla dos veces al año
La poda juega un papel esencial en la longevidad de esta planta tan apreciada. Una poda correcta tras la floración evita que la lavanda se convierta en un arbusto desordenado y le garantiza una nueva explosión de flores al año siguiente.
No se trata de darle un corte drástico, sino de darle forma para mantenerla compacta y saludable. Hay que hacerlo dos veces al año para una óptima floración en temporada.
Para garantizar una floración prolongada es realizar cortes selectivos durante la temporada de crecimiento. Elimina las flores marchitas para permitir que la planta concentre toda su energía vital en crear nuevas flores, alargando su periodo de esplendor.
Abono pobre
También conviene prestarle especial atención al tipo de abono utilizado. No necesita fertilizantes ricos en nutrientes, sino un aporte leve y adaptado a plantas mediterráneas. Excederse en la fertilización podría darle un crecimiento exuberante en hojas, pero escaso en flores, perdiendo su atractivo principal.

Plantación en grupos
¿Menos es más? No siempre, y menos cuando se trata de lavanda. Estas pequeñas flores tan fragantes lucen realmente espectaculares cuando crecen en grupos numerosos, creando un impacto visual y aromático incomparable.
Plantada de manera aislada, la lavanda tiende a perderse en el jardín, mientras que en conjuntos grandes aporta color, vida y un perfume intenso que llena de magia cualquier rincón al sol del verano.
A pesar de todas las atenciones que requiere, la lavanda sigue siendo una planta de carácter rústico. Puede adaptarse a diferentes entornos, soportar viento, calor y periodos secos, siempre que reciba la luz adecuada y un sustrato que respete su necesidad de aireación.
Al final, estos detalles hacen que la diferencia entre una planta apagada y una verdadera reina de los espacios exteriores sea notable. Porque invertir tiempo en la lavanda no solo garantiza flores bonitas, sino una experiencia sensorial única donde la calma y el aroma encuentran su máximo exponente.
Si la intención es convertir un rincón del jardín en un paraíso donde la calma y la belleza habiten de manera permanente, la lavanda es la opción ideal. Con un cuidado inteligente y adaptado a su esencia, esta planta seguirá demostrando que menos es más cuando se trata de jardinería con alma.
Foto | Brian van den Heuvel y Foto de Carlos Pérez Adsuar
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