Los 96 años que vivió la reina Isabel II del Reino Unido dieron para mucho. Pero en cuestión de su dieta, la monarca era una mujer de costumbres, a juzgar por lo que tantos que la conocieron y trabajaron para ella han ido desvelando. Sabemos que cada día comía el mismo sándwich y que solía desayunar lo mismo, pero a veces le apetecía variar y pedía unos huevos revueltos.
“A la señora le encantaba empezar el día con un desayuno rico en proteínas y estos huevos estaban preparados tal y como a ella le gustaban”, cuenta la nutricionista Lee Holmes, que recibió la receta de los huevos revueltos preferidos de la monarca gracias a una amiga, que había cocinado para ella.
La reina tomaría sus huevos como segundo desayuno, pues sabemos que le gustaba empezar cada día bien temprano, con una taza de té Earl Grey, con poca leche y azúcar, habitualmente acompañado de galletas biscuits, típicas británicas. Más tarde, ya bien sentada y ataviada en el comedor privado, recibiría un desayuno más sustancioso y nutritivo.
Al parecer, Isabel II exigía que se usaran huevos blancos, de mejor sabor que los morenos, y debían ser cocinados lentamente, con mucho cuidado, para que tuvieran la textura cremosa y suave que tanto le gustaba; nada de revuelto esponjoso.
La elaboración en sí no difiere mucho de cualquier receta de huevos revueltos común, pero sí tiene algunos detalles que la hacen peculiar. Para prepararlos, se baten muy ligeramente tres huevos con una cucharada de leche y sal al gusto; después se calienta una sartén antiadherente con una cucharada de mantequilla y se añaden los huevos bajando el fuego a potencia baja. Hay que cocinarlos lentamente, moviéndolos con la espátula suavemente para que no se agarren.
Y cuando empiezan a cuajar, se añade una cucharadita de ralladura fina de limón y una pizca de nuez moscada, además de pimienta negra y más sal al gusto. Es el toque del limón y la aromática especia lo que hace estos huevos revueltos tan especiales, con un toque distinto que, en opinión de Holmes, eleva el plato.
Si quería completar aún más el plato, la reina se mantenía fiel a sus productos favoritos de diario, su querida taza de Earl Grey con leche y unos arenques. Un desayuno de lo más rico en proteínas.
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