Una cocina pequeña obliga, por necesidad, a pensar cada detalle, y ahí es donde la filosofía de Marie Kondo encuentra su mejor escenario. Su conocida "prueba de la alegría", esa invitación a quedarse solo con lo que aporta algo positivo, adquiere nuevo sentido en un espacio donde cada plato compite por un centímetro útil.
La autora japonesa recuerda que el orden no es un lujo, sino una herramienta que cambia la forma en que se habita la casa. El primer gesto que propone la experta es diseñar un ambiente que invite a la limpieza, algo tan básico como añadir revestimientos adhesivos en estantes y superficies.
Este truco, citado en una entrevista en Homes & Gardens, no solo aporta una imagen más cuidada, sino que simplifica el mantenimiento diario. A menor esfuerzo, mayor constancia.
Cada utensilio, un lugar asignado
También insiste en los divisores dentro de los cajones, un detalle que parece menor pero que, según la propia Kondo, transforma la rutina. Al asignar un lugar fijo a cada utensilio, los espacios dejan de ser "cajones de sastre" y se convierten en sistemas ordenados que reducen búsquedas, ruido visual y la sensación de estar siempre reorganizando algo.
El principio de la alegría no se queda en los libros: pues Kondo anima a aplicarlo en lo cotidiano. Revisar la vajilla y preguntarse si aquello que nos genera duda realmente aporta algo se vuelve casi terapéutico.
Los utensilios, placeres diarios
Platos, tazas y cuencos deben convivir con nosotros porque generan placer diario, no porque un día formaron parte de un juego caro o de un regalo que nadie se atrevió a cambiar.
En esa misma línea, la autora recomienda sacar a escena los objetos reservados para “ocasiones especiales”. Esa vajilla que duerme en el fondo del armario y que sí despierta alegría puede integrarse en la rutina. La idea es convertir la cocina en un espacio donde lo funcional se mezcla con lo emocional, sin que haya piezas que ocupen espacio sin motivo claro.
Ganar amplitud visual
Otro de sus mandamientos es mantener las encimeras despejadas. En cocinas pequeñas, esta decisión es casi un salvavidas: menos cosas a la vista significa más amplitud visual y una limpieza más rápida.
Es decir, guardar cada utensilio en su sitio libera metros, airea la estética y evita esa sensación de caos permanente que generan los objetos acumulados en cualquier rincón de una ya escasa encimera.
Dejar ir
Marie Kondo también anima a revisar los pequeños electrodomésticos, una categoría que suele crecer sin control. Si una licuadora, tostadora o batidora lleva un año sin usarse, sugiere dejarla ir. Un inventario honesto en la cocina permite saber qué realmente suma y qué solo ocupa un hueco valioso en una cocina que podría funcionar con menos aparatos.
Su recomendación más inesperada tiene que ver con el frigorífico: llenarlo solo al 70% de su capacidad. Ese margen permite ver con claridad lo que hay dentro, planificar mejor las comidas y evitar compras duplicadas. El espacio libre actúa como un aliado silencioso que reduce desperdicio y mejora la organización interna del electrodoméstico.
La apuesta de Kondo es clara: una cocina pequeña no se salva con trucos mágicos, sino con elecciones pensadas y una relación más consciente con los objetos. Cuando cada elemento tiene sentido, el espacio respira, fluye y acompaña mejor las rutinas de quienes lo utilizan.
Foto | @mariekondo
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