Cuentan en Molino de Pez, la última apertura del cocinero madrileño Nino Redruello en Barcelona que "es una casa de comidas como La Ancha si abriera en el siglo XXI". Segundo desembarco del chef madrileño en la Ciudad Condal, lo cierto es que Molino de Pez ha conseguido que, de nuevo, Barcelona vibre con un cocinero más que chulapo.
Al frente ya de Fismuler, con el que realizó el puente aéreo que replicaba un concepto que le hizo triunfar en Madrid, Nino Redruello retoma el pulso barcelonés a costa de producto y mucha brasa.
¿Cómo explicar la predilección que siente Barcelona hacia el chef o hacia su cocina? Quizá sea porque Redruello habla un lenguaje internacional donde lo que importa es el sabor. También el no confomarse.
Prueba de ello está en uno de los leitmotivs: cambiar la carta a diario. Así lo aseguran, conscientes de la dificultad que supone adaptar una oferta tan voluble. "Dependemos de lo que llegue al mercado cada día y sobre eso trabajamos", comentan.
Un terreno propicio para la ensaladilla
Los cimientos de La Ancha, iniciada en 1919 en la madrileña calle de Los Madrazo, siempre se sostuvieron bajo el carácter de una casa de comidas. Eso no significa que el concepto evolucionara, tal y como pasó con la segunda sucursal, en la zona de Príncipe de Vergara.
Molino de Pez, por contra, mantiene un ambiente de casa de comidas. "Son raciones, mucho picoteo y muchos platos para compartir", manifiestan a pie de mesa. Sin embargo, como sucede siempre en el universo Redruello, "no hay dos restaurantes iguales".
Ni lo son Fismuler, a pesar de compartir nombre y esencia, y no lo es Molino de Pez, donde se percibe esa clientela barcelonesa que se deja caer a ambos lados del Eixample. También muchos clientes internacionales, casi obnubilados por la parrilla y el fuego visto que domina el fondo del local.
Molino de Pez es, sin embargo, comfort food y proximidad. Es un territorio de croquetas, de albóndigas, de tortillas velazquezñas poco cuajadas y también de mariscos del día. Incluso de convertirse en una embajada de lo matritense a costa de platos icónicos.
La expresividad de una casa de comidas
Aunque no hay un patrimonio exclusivo a nivel mundial que se apodere de los callos, la realidad es que Madrid siempre ha hecho apología de esta casquería. Molino de Pez no es una excepción, dándoles salida por sí mismos y en otro de los 'hitos' de los Redruello, la tortilla de patata con callos.
No obstante, Molino de Pez es una puerta abierta a conceptos infinitamente más amplios y que emparentan bien con la amplitud del propio local. Es un regreso al pasado, consciente y consentido, donde caben el pastel de cabracho, la sopa donostiarra o convertir al san jacobo en un plato digno de un restaurante.
Una misma realidad que, si de dulce se habla, vuelve a navegar en un sabroso viejunismo que da fe de una cocina constante. Suflé Alaska, tocinillo de cielo, babà al ron o la ya imprescindible tarta de queso Fismuler abrochan una carta que juega en diferentes ligas y todas con éxito.
Capaz de ir a tickets medios que no superen los 40 euros, pero también de alcanzar los 80 o 100 euros con soltura si dejamos que las carnes o los pescados a la brasa hablen, Molino de Pez vuelve a ser un lugar al que llamar casa de comidas. Todo un lujo en tiempos en los que atreverse con este concepto parece una antítesis. Salvo que te llames Redruello y lo hayas mamado desde hace tres generaciones.
Qué pedir: en Molino de Pez el cielo —y la cartera— son el límite. No nos marcharíamos sin probar el cazón, la ensaladilla rusa, las croquetas y la tortilla velazqueña. Los pescados a la brasa también merecen un alto y en cuanto a postres, tanto el suflé Alaska como el tocinillo son dos fundamentales.
Datos prácticos
Dónde: / de Còrsega, 346, Barcelona.
Precio medio: 65 euros
Reservas: 935 95 95 91 y en la página web de Molino de Pez.
Horarios: de lunes a domingo de 13:30h a 16:00h y de 20:00h a 23:00h.
Imágenes | Molino de Pez
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