Kamikaze, el restaurante barcelonés que acaba de estrenarse en la constelación Michelin, no ha llegado hasta este podio por casualidad. Su salto a la alta gastronomía ha sido tan silencioso como firme.
El premio llega en un momento en el que el distrito barcelonés del Eixample vuelve a ser territorio fértil para propuestas que no necesitan artificios para justificar su ambición y juego gastronómico.
Lo que comenzó como un espacio con espíritu de vermutería asiática fue mutando hacia una taberna inquieta y, de ahí, al formato actual: un comedor cuidado, servicio atento y una apuesta por platos que invitan a bajar el ritmo y dedicarles tiempo.
Esa idea de cocina pausada es el hilo conductor de una experiencia que no busca el impacto rápido, sino la construcción de un relato que avanza bocado a bocado.
El responsable de la transformación es el chef Enric Buendia, que ha pasado por algunas de las casas más influyentes del país. Su formación se nota, pero lo relevante aquí no es el currículum, sino la capacidad de crear una identidad singular que mezcla cocina catalana y asiática sin caer en tópicos.
Esa lectura entre territorio propio y mirada viajera es lo que sostiene la propuesta actual del restaurante y encaja en los cánones de la prestigiosa guia de restaurantes.
Desde 85 euros
El menú más accesible es una degustación por 85 euros, un precio que hay que leer aparejado al nivel de detalle que se ofrece y asociarlo también a la ubicación que ostenta en uno de los distritos más cotizados de la ciudad.
Para quienes buscan un recorrido más exuberante existe una opción a 160 euros con maridaje, una secuencia que alterna técnica, riesgo y sensibilidad. En este paseo, no todo está pensado para comensales previsibles: algunos bocados obligan a salir de la zona de confort, pero esa es precisamente la intención de la cocina que defiende este restaurante.
El hit de alubia del 'ganxet'
Uno de los ejemplos más comentados es el llamado "natto a la catalana": una interpretación donde la alubia del ganxet sustituye a la clásica soja fermentada y se acompaña de okra y un caldo que remite a la butifarra.
Es un plato que juega con los límites pero que mantiene un pie en lo conocido, creando un equilibrio entre tradición local y guiños nipones que funciona por contraste.
El otro imprescindible es el mochi relleno de erizo, probablemente el bocado que mejor resume la filosofía de Buendia. La elasticidad de la masa y la potencia marina del erizo crean un umami singular, sorprendente pero coherente.
La experiencia se completa con una sucesión de pequeños pases donde aparecen guiños mediterráneos, técnicas orientales y sabores que buscan claridad por encima del artificio. Aquí no se trata de apilar ingredientes, sino de encontrar precisión: esa combinación de gesto exacto y sabor limpio es la que termina justificando la estrella recién conseguida.
El ambiente acompaña la propuesta sin estridencias. Manteles en su medida justa, iluminación suave y un servicio que se mueve con discreción, entendido como parte de un conjunto que quiere que el comensal disfrute sin prisas, bajo una luz tenue.
Kamikaze entra así en una nueva fase: más madura, más definida y, sobre todo, consciente del tipo de experiencia que propone. No es un restaurante pensado para una visita rápida (tampoco su precio plantea un estilo exprés), sino que este rincón del Eixample es para quienes quieren dedicar tiempo a entender una cocina que se mueve entre la creatividad y la memoria.
Kamikaze
- Dirección: Rosselló, 197 (Barcelona)
- Teléfono: 931 81 35 70
- Precio: 75 €
- Horario: De martes a sábado, de 13 a 15.30 y de 20 a 23.00 horas
Foto | @kamikazebarcelona