En la comuna de Gigny-Bussy, ubicada en el departamento francés de Marne, un agricultor ha dejado a disposición del público alrededor de 500 toneladas de patatas que no pudo vender. Lejos de destruirlas o dejarlas pudrirse, optó por una solución práctica: depositarlas en un terreno de su propiedad junto a la carretera D396, abiertas al que quisiera llevárselas, según relataba el medio local L'Union.
En cuestión de horas, el lugar empezó a recibir una notable afluencia de personas. El gran montón de patatas, de varios metros de longitud, se convirtió rápidamente en un punto de atracción para decenas de visitantes diarios. Algunos llegaban con simples bolsas de supermercado; otros, con carretillas, cajas o incluso remolques preparados para cargar grandes cantidades.
La escena ha sido ampliamente difundida en redes sociales, donde las imágenes del campo, los vehículos estacionados en fila y las personas seleccionando patatas desde el propio montón se han viralizado con rapidez. Desde entonces, el flujo de gente no ha cesado, con visitantes procedentes tanto de localidades cercanas como de otros puntos de la región.
Aunque el agricultor ha preferido mantenerse en el anonimato, se sabe que tomó la decisión después de no encontrar salida comercial para esa parte de su cosecha. El volumen era considerable y mantenerlo almacenado suponía un coste adicional. Con el producto en riesgo de deterioro, decidió simplemente colocarlo al aire libre y permitir que quien quisiera lo recogiera, sin restricciones ni condiciones.
De todas formas, no es el único caso que en las últimas semanas ha sucedido en circunstancias similares en Francia. Otro agricultor puso a la venta 50 toneladas de patatas, destinadas a la industria, al simbólico precio de entrada de 10 euros a sus instalaciones tras haber sido rechazada su producción por la empresa McCain, según contaba France Info.
El Robin Hood de las patatas
La iniciativa no cuenta con ningún tipo de control. No hay supervisión, ni límite en la cantidad que puede llevarse cada persona. Tampoco se ha dispuesto ningún dispositivo de reparto organizado.
Esta total libertad ha generado opiniones divididas: algunos ven en el gesto una forma solidaria de evitar el desperdicio de alimentos, mientras que otros cuestionan la falta de estructura en la distribución, que ha dado lugar a situaciones de acaparamiento.
En el lugar, la mayoría de los visitantes actúa con tranquilidad. Familias, jubilados, trabajadores, incluso grupos de amigos, llegan al campo, cargan lo que pueden y se marchan sin mayores incidentes. Sin embargo, también se han reportado casos de personas que regresan varias veces al día o que retiran cantidades muy superiores al consumo doméstico.
Pese al movimiento constante, las autoridades locales no han intervenido directamente. El terreno pertenece al propio agricultor y no existe normativa que impida este tipo de acción voluntaria. No obstante, vecinos del área han solicitado mayor presencia municipal, especialmente para regular el tráfico, ya que la carretera donde se encuentran las patatas no está preparada para el volumen de vehículos que ahora circulan por allí.
En cuanto al estado del producto, la mayoría de las patatas se mantiene en buenas condiciones, aunque expuestas al sol y a las variaciones del clima. La ausencia de control sanitario ha sido otro de los aspectos señalados por algunos observadores, dado que no existe garantía sobre la calidad del alimento que se está recogiendo.
La situación ha despertado interés también entre organizaciones del sector agrícola. Desde algunos colectivos se advierte que este tipo de acciones, aunque puntuales, reflejan una realidad que se repite con frecuencia en el campo francés: cultivos enteros que no encuentran comprador y que, en muchos casos, acaban perdiéndose. Esta vez, al menos, una parte de esa producción ha terminado en manos de consumidores.
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