A veces el jardín parece una metáfora de la vida: mucho trabajo, pocas recompensas y mucha espera. Pero no siempre tiene por qué ser así. Hay árboles frutales que rompen el molde y se atreven a dar resultados sin pedir años de fidelidad botánica.
La clave está en elegir variedades de rápido crecimiento y, a ser posible, ya injertadas o desarrolladas. Son más caras, sí, pero empiezan a fructificar antes. En jardinería, el tiempo también se puede comprar (y no en Amazon, sino en el vivero).
La higuera es uno de los clásicos que nunca falla. Rápida, resistente y agradecida. Con un poco de sol y agua, puede dar frutos incluso en su primer año. En maceta necesita un contenedor profundo, pero no exige abonos milagrosos ni podas constantes.
Limones y melocotones
El limonero, especialmente enano o en variedades como el "Meyer", también puede florecer al poco de ser plantado. Solo necesita calor, algo de abono cítrico y un rincón con buena luz. Si tiene compañía floral, mejor: la polinización manual acelera los resultados.
Para los que quieren fruta más grande, hay melocotoneros enanos que fructifican el primer verano si se cuidan bien. Son ideales para terrazas, decorativos y sorprendentemente resistentes al calor. Y en este caso los melocotones caseros tienen otro sabor.
Otras opciones exprés: los fresales, que no son árboles pero se comportan como tales en cuanto a rapidez. También los frambuesos y arándanos, si se dispone de sustrato ácido y un poco de sombra parcial. En poco tiempo, se convierten en snacks vivos.
Un truco para acelerar la cosecha: plantar en primavera avanzada, usar abonos equilibrados y controlar el riego sin excesos. La fruta crece con sol y constancia, no con ansiedad hortelana. El verano puede ser dulce si se planta con criterio.
Foto | Alexey Demidov