El viejo truco de la abuela para cortar cebollas sin llorar

Llorar a lágrima viva cortando y picando cebollas es tan natural como desagradable. No se trata solo de un ligero lagrimeo; cuantas más lágrimas generan los ojos, más se irritan y más lloramos, irritándose también las fosas nasales provocando a menudo un poco higiénico moqueo. Menos mal que hay trucos caseros para evitar este panorama melodramático.

Recordemos que lloramos al cortar cebolla porque las células de esta hortaliza contienen azufre y enzimas que juntas producen sulfato de alilo, muy similar al gas lacrimógeno. Ese gas se eleva, lo respiramos y entra en contacto con los ojos, los cuales, en un desesperado intento de protegerse, producen lágrimas. Solo empeoran la situación.

Resulta que ese sulfato se transforma en ácido sulfúrico en contacto con el agua, por lo que al alcanzar nuestros ojos llorosos los irrita aún más. Y los ojos entonces generan más lágrimas. Y la situación se va complicando más y más hasta que tenemos que hacer un descanso, secarnos los ojos y acelerar para terminar de cortar todas las cebollas de una vez.

O también podemos aplicar algunos de los métodos para reducir y evitar ese lagrimeo, como el truco de las gafas que utiliza Karlos Arguiñano. Mucho más fácil es un viejo truco de la abuela que sigue poniéndose en práctica en muchas casas, recurriendo al congelador.

Si nos acordamos con tiempo, podemos introducir la cebolla en el congelador entre 15 y 30 minutos antes de disponernos a cortarla, según lo grande que esta sea. También hay que tener en cuenta que las cebollas blancas, dulces y moradas son menos picajosas que las amarillas.

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Después no tenemos más que usar un buen cuchillo bien afilado para cortarla recién salida del congelador, con guantes desechables adecuados si se nos hiela la mano. Cuanto más fino y limpio sea el corte, menos reacciones enzimáticas provocaremos. Deja los cuchillos de sierra en el cajón.