Quien tiene una masa de hojaldre en la nevera, tiene un tesoro. Más bien un diamante en bruto, un lienzo que se puede convertir en todo un postre vistoso o puede apañarte cualquier comida del día. Y en mi casa siempre lo asociamos más a meriendas cenas cargadas de recuerdos de la infancia.
La receta de hojaldre de jamón y queso es tan sumamente simple como apetecible a cualquier hora. Según el tamaño de las porciones pueden ser un picoteo de aperitivo o fiesta -recuerda a los saladitos u hojaldritos de cumpleaños infantiles-, una merienda con sustancia, o una buena y simple cena. Recién hecho, todavía con el queso caliente y fundido, casi burbujeante, es una tentación que puede quemar las manos y la lengua, pero también en frío está buenísimo.
Además admite muchas variaciones. Invirtiendo en un buen jamón de calidad y queso de categoría se convierte en un verdadero manjar, siendo especialmente recomendable un jamón recién cortado artesano, asado o cocido, quizá con un toque ahumado. Una versión vegetariana con tofu ahumado cortado en lonchas finas queda muy rico también, o con setas pasadas por la plancha.
El granillo de almendra es opcional, pero le da un toque más especial, que se puede sustituir por otro fruto seco o, mejor aún, semillas, pipas de girasol o calabaza.
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