La escena puede repetirse en decenas de bares de toda España, especialmente aquellos donde un público relativamente joven que empieza a adentrarse en el mundo del vino y utiliza como coletilla "a mí ponme un verdejo fresquito".
Casi por arte de magia, esta sutil invitación está detrás de justificar y comprender cómo la uva verdejo, la reina de las variedades blancas de la DO Rueda, ha conseguido entrar en cientos de bares y restaurantes de nuestro país al ritmo de un vino blanco asequible, disfrutable y fácil de beber que no entiende de géneros o edad.
Sí entiende de éxito —y mucho—, tanto es así que actualmente los vinos blancos de la DO Rueda copan el 41% de la cuota de mercado de los blancos españoles con una tendencia imparable que no tiene visos de ir a menos aunque, como explica Santiago Mora, director general de la DO Rueda: "en algún momento tiene que parar".
Sin embargo, lo dice uno de los responsables que ha conseguido que esta denominación de origen castellana que se distribuye por tres provincias (Segovia, Soria y Valladolid), cada una con sus personalidades muy definidas, y que ha evolucionado del vino de corte en la época de los Reyes Católicos a los verdejos frescos y jóvenes que hoy pueblan las hieleras de media España.
Una historia de éxito con dos caminos
Sin embargo, lo que ha supuesto colocar a la DO Rueda en cabeza de los vinos blancos y en la segunda DO con más consumo de vino en España (solo detrás de Rioja, lo que supone palabras mayores en un país que sigue siendo de tintos) también supone su talón de Aquiles.
No entramos en el mundo de las vinificaciones o de los vinos parecidos entre sí. Tampoco en cuándo se toma o cómo se hace, siendo muy habitual que sea el primer vino de muchos españoles porque se puede tomar fresco o frío, fácil de beber y con un abanico de momentos de consumo muy amplios.
Detrás de ello está el temido fantasma de la relación calidad precio, ese mantra que eternamente persigue a los productos agroalimentarios españoles y que, siendo una ventaja, también supone asumir que somos como un amigo simpático, pero no guapo, si hiciéramos esa traslación algo chusca.
Eso ha supuesto que los vinos de Rueda (la segunda DO más comercializada en canal Horeca, solo detrás de Rioja, con una cuota de mercado del 17%) también se vean como vinos baratos y con una tendencia de consumo muy evidente: cuanto más pronto, mejor.
El horizonte del Gran Vino de Rueda
Valor añadido son las dos palabras clave del discurso de Santiago Mora, que tiene que hacer de vigía de una DO que ha crecido en extensión y producción durante la última década a grandes marchas y que ha supuesto también el desembarco de poderosos grupos bodegueros en la DO Rueda, que es la gallina de los huevos de oro del vino español, pues es la única que crece de manera sostenida tanto en hostelería como en Alimentación, según los informes de la consultora Nielsen.
Una marca potente, buenas ventas, precios asequibles, un público cada vez más entusiasta y fidelizado… Parece que el idilio de Rueda se cuenta solo entre la clientela española, adaptada a este verdejo fresquito del que, sin embargo, la denominación de origen y ciertos bodegueros quieren demostrar que hay un más allá.
No porque estén en contra del verdejo joven y del año que desde hace 40 años ha puesto en el candelero a esta denominación de origen castellana cuyo epicentro está en el vallisoletano municipio de Rueda, formando un triángulo de sobra conocido junto a La Seca y Serrada.
Sino porque comprenden que hay un punto más allá para una uva que reúne acidez, buenas condiciones de maduración y, sobre todo, la capacidad de guarda como para limitarse a ser un buen vino joven.
Bajo ese paraguas, la DO Rueda ha apostado por crear la categoría Gran Vino de Rueda, casi una tábula de rasa de cómo hacer vino dentro de esta zona de producción y que, como abríamos, deja la puerta abierta al valor añadido del vino y para desmontar el vino de que los vinos de Rueda solo pueden ser jóvenes, del año y deben beberse cuanto antes mejor.
El ejemplo histórico
No es baladí que, aunque lo más común sea conocer los vinos blancos jóvenes de Rueda, haya un legado pretérito del vino de corte que se consumía en tiempo de los Reyes Católicos y que apuntaba a las nomenclaturas Pálidos y Dorados, vinos de crianza oxidativa que remitían cromáticamente al oro y que también están permitidos por la DO Rueda, con lo que hoy podríamos hacer un pequeño paralelismo entre estos vinos y los generosos de Jerez como el amontillado.
Sin embargo, la categoría de estos dos vinos es residual a nivel volumen, aunque no como imagen de marca, algo que la DO Rueda pretende revertir con esa nueva figura del Gran Vino de Rueda y que abre la mano a que los elaboradores estén protegidos y respaldados por el consejo regulador para hacer vinos que vayan más allá.
Tábula rasa decíamos: deben ser vinos hechos con uvas de viñedos de más de 30 años de edad; con rendimientos inferiores a los 6.500 kilos por hectárea; puestos a la venta una campaña después de su añada y no se pueden prensar, sino que solo se puede utilizar el mosto yema de la uva, que es el más delicado de todos, debido a una regla de transformación de kilos a litros del 65%.
A partir de ahí, el elaborador tiene manga ancha para vinificar como considere: crianzas más o menos cortas; formatos de depósitos, cemento, barricas a su antojo; trabajo sobre lías a voluntad… Con el Gran Vino de Rueda se abre el camino a reinventar 'Rueda' y demostrar que sus vinos blancos pueden apostar por la zonificación, por el terruño, por ser vinos de guarda y por, por qué no, que el mundo esté dispuesto a ir más allá de los vinos baratos y de calidad que hoy suponen para comprobar que hay mucha más Rueda que se puede descubrir.
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Hasta la fecha el Gran Vino de Rueda tiene poco menos de una veintena de referencias —distribuidas en apenas 12 bodegas— con bodegas como Rodríguez y Sanzo, Shaya, Campo Elíseo, Castelo de Medina, Cuatro Rayas, Bodegas Félix Lorenzo Cachazo, Bodegas de Alberto, La Soterraña o Bodegas Herrero, apuntando a vinos gastronómicos muy diversos que, como recalca Santiago Mora, "dan libertad a los creadores en este nuevo camino".
Cuatro Rayas Longverdejo Gran Vino de Rueda 2020
Entre medias, conseguir que los vinos de Rueda dejen de ser un verdejo fresquito fácil de beber y fácil de comprar que sea vino de entrada —a lo cual no reniegan ni bodegueros ni reguladores—, pero sí abrir un camino para demostrar que la verdejo tiene más que decir en los mentideros gastronómicos del vino blanco español y demostrar que sus vinos, además de majos, también son guapos.
Imágenes | DO Rueda
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