Jaime de las Heras
Editor SeniorOferta y demanda. Así se mueve, aunque parezca una mano invisible propia de la teoría económica de Adam Smith, la situación en Rioja ante una vendimia de 2025 donde, de momento, no abundan los temporeros.
No abundan porque es una mano de obra itinerante que antes de la uva aparece en otras cosechas, como la pera, ahora en buena parte de la ribera del Ebro y porque 2025 es un año atípico.
Habrá menos uva que en cosechas anteriores, especialmente por el maltrato del pedrisco en la zona de Rioja Oriental y por el efecto del mildiu y otros hongos en Rioja Alta y Rioja Alavesa, donde las condiciones de humedad prolongada, sumadas al calor, han propiciado la aparición de estos fenómenos en zonas donde habitualmente no hacían tanta mella.
Esto genera, explican desde NueveCuatroUno, que la situación sea más atípica que nunca en cuanto a la cosecha y a la presencia de temporeros que, como una pequeña ola de manos y brazos, recorre la mayor denominación de origen de España recolectando uvas desde Alfaro hasta Oyón.
No es solo una cuestión de que no abunden los vendimiadores, sino de que las circunstancias de la añada van a propiciar una especie de subasta de braceros donde el viticultor o bodeguero que pague un poco más se va a llevar el gato al agua. Algo que ya se alertaba en el mes de agosto.
Oferta y demanda, como decimos. Sobre todo en este 2025 donde, por esas inclemencias meteorológicas, habrá que darse prisa en coger la poca uva que algunos viñedos acaben ofreciendo, de calidad, pero en menor cantidad que en años anteriores, y razón por la que muchos bodegueros puede que pujen algo más por recoger lo poco que cuelga de sus racimos.
Lo cierto es que no es una novedad, advierten fuentes del sector a NueveCuatroUno, pero sí puede que en 2025 sea un efecto mucho más marcado, sobre todo porque la vendimia se va a concentrar en menos tiempo y no va a haber manos para llegar a todos los viñedos, así que será un sálvese quien pueda, por lo que los pocos temporeros que haya tendrán la sartén por el mango de elegir donde trabajar y por cuanto hacerlo.
A ello hay que sumar patrones estructurales: el temporero es cada vez más mayor, no existe un relevo generacional tan acusado y, sobre todo, a muchos cada vez les sale menos rentable el trasiego de semanas de vendimia.
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