La gastronomía del terror, del Tragaldabas a María Bruta: una historia caníbal de ogros y asustaniños

La gastronomía del terror, del Tragaldabas a María Bruta: una historia caníbal de ogros y asustaniños
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Del dios Saturno a Hannibal Lecter, pasando por Hansel y Gretel, el canibalismo ha estado presente desde tiempos inmemoriales en la mitología, el folclore y, en definitiva, los relatos que configuran el acervo cultural de la humanidad.

“El acto de devorar a alguien es lo primero que se nos ocurre al pensar en un ogro, en un coco”, explica el ilustrador especialista en folclore Javier Prado. “Ya el acto de comer es algo con un componente social, es lo que crea lazos en una comunidad y lo que vincula a los componentes con esta. En las mitologías antiguas están los titanes, está Saturno. El canibalismo ha sido siempre algo que a nivel cultural nos ha proporcionado escalofríos. En las culturas antiguas existía y era algo que, a los ojos de una sociedad avanzada, convertía a las personas en un monstruo”.

No es de extrañar, por tanto, que las criaturas devoradoras tengan un lugar destacado en Monstruos ibéricos, ogros y asustaniños españoles, un libro en el que Prado hace un recorrido por las principales criaturas del folclore ibérico. Figuras monstruosas que, en un tiempo en el que apenas existía la educación como la entendemos hoy en día, cumplían un papel fundamental en el mantenimiento del orden social.

“Su invocación por parte de los padres, además de conseguir que el chiquillo se comportase acostándose a su hora o estándose quietecito, solía obedecer a una serie de razones concretas: muchas veces buscaban generar, mediante el miedo a figuras imaginarias, un instinto de preservación para que el chico evitara lugares peligrosos como cuevas, bosques, ríos… O para que no anduviera fuera de casa a horas tardías ni confiase en extraños”, explica Prado.

La historia secreta de los ogros

En España, la mayor parte de los asustaniños provienen de la figura francesa del ogro. De acuerdo con algunos historiadores franceses del siglo XIX, el vocablo francés ogre, podría derivar del húngaro hongrois, un término utilizado para referirse a los ugrios, celebras saqueadores que sembraron el terror en el Occidente cristiano.

La mayor parte de los asustaniños provienen de la figura francesa del ogro

Pero, al margen de la etimología de la palabra, lo cierto es que el ogro es un tipo de ser que, con pequeñas variaciones, está presente en casi todas las culturas del mundo. “Los estudios de mitologías comparadas siempre encuentran analogías”, explica Prado, “Se portan mal de la misma manera, encargándose de los niños que mienten o no se lavan”.

El miedo al diferente –motor del gran escritor de terror contemporáneo, H.P. Lovecraft– está, además, muy presente en todas estas figuras. En cada región de España estos personajes tienen características peculiares, pero además de ogros o brujas, encontramos otro tipo de apestados, como son vagabundos, tuberculosos, judíos, gitanos o musulmanes.

Es el caso, por ejemplo, de la Tragantía, uno de los monstruos devoradores que recoge el libro de Prado, oriundo de Cazorla (Jaén): una princesa mora a la que el rey de la ciudad dejó escondida en el castillo cuando lo invadieron los cristianos. La hija del rey moro se transformó en un monstruo mitad mujer, mitad serpiente, que emerge en las noches de San Juan para devorar a los niños del pueblo.

Tragantía
Ilustración de la Tragantía, de Javier Prado.

No subas solo al granero

La Tragantía es un caso peculiar de monstruo devora niños, con una leyenda muy concreta y localizada. No es lo habitual. Como explica Prado, el asustaniños más extendido por España es el arquetipo de ogro glotón, que recibe el nombre de Tragaldabas, Zarrampla, Xamparrón, Zampón, Tragantúas, Gargantúa…

Este monstruo, dedicado en cuerpo y alma a devorar niños, tiene infinidad de variantes regionales, cuyas historias se entremezclan y cuyos orígenes son casi imposibles de identificar con exactitud.

El monstruo dedicado en cuerpo y alma a devorar niños tiene infinidad de variantes regionales

“El arquetipo es la historia folclórica en la que existe una despensa a la que van los niños pequeños”, explica Prado. “Allí vive un ogro que devora a todo el que entra en la alacena, hasta que llega una hormiguita y pica al ogro, que vomita o expulsa por el culo a estos personajes. Es el triunfo del débil contra el fuerte”.

En algunas zonas de Castilla y León, La Rioja y el País Vasco este personaje, ya inútil como asustaniños, ha devenido en atracción de feria: los niños se meten por la boca del gigantón y, a través de un tobogán, salen por el culo.

Gargantua
El tobogán de Gargantúa es una de las atracciones más populares de la Semana Grande bilbaína.

¿Aficionado al gore? Lee cuentos infantiles

En Monstruos Ibéricos, Prado recoge otros seres aficionados a la antropofagia como la Paparresolla, una suerte de harpía devora niños; el Papón, un tragaldabas gallegoasturiano con paperas; el fraile Motilón, un monje aficionado a raptar a los niños; o María Bruta, una ogresa catalana famosa por robar decenas de niños cada día para guisarlos y dar de comer a sus colegas.

Como ocurre con los cuentos infantiles populares, con los que la mayoría de estos monstruos están fuertemente enraizados, ninguna de las historias de estos ogros serían hoy consideradas aptas para niños. Hasta bien entrado el siglo XIX, apunta Prado, “no existían los derechos de los niños, eran igual que adultos y trabajan en cuanto podían”. Tampoco había colegio, y el miedo era un recurso fundamental para transmitir los valores de la sociedad.

“Hay que tener en cuenta que en la época en la que estos cuentos se hicieron populares la pobreza infantil y la hambruna era algo a la orden del día”, explica el autor de Monstruos Ibéricos. “Muchos de los niños de estos cuentos estaban hambrientos y esa hambre era su perdición”.

María les Campanilles
María les Campanilles, es uno de los monstruos más terrofícos del folclore ibérico.

Es el caso de la protagonista del que es, quizás, el relato más terrorífico de todo el folclore infantil español: el cuento conocido como La asadura del muerto. En este, una madre manda a su hija a mendigar tripas a la carnicería. Como no le fían, la niña, que está muerta de hambre, saca la asadura de un cadáver del cementerio y se la da su madre para que cocine. Las dos se la comen y, por la noche, el muerto viene a reclamar lo que es suyo.

En Gijón, este muerto era una mujer, María les Campanilles, que operaba como asustachicos con la siguiente nana: “Tilín, tilín, tilín/ Soi María les Campanilles/ que vengo de rodilles/ y a los pies de la to cama toi./ Dame la mio asadura, dura, dura/ que me robasti de la sepoltura”.

Monstruos Ibéricos: Ogros y asustaniños españoles

“[La historia] relaciona el hambre, el canibalismo, y el respeto a los muertos”, concluye Prado. “El canibalismo es profanación y la justicia de ultratumba es fundamental en los países católicos. España, para bien o para mal, muchas de estas tradiciones que tienen que ver con el catolicismo se han mantenido intactas en sus vertientes más arcaicas, y es interesante rescatarlas para que no se pierdan”.

Imágenes | Javier Prado/SangutxuJai
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