He estado de vacaciones en un pueblo de Cerdeña y había una trattoria tan buena que cené allí todas las noches (y me arrepentí la que no)

Cuando vamos de vacaciones a un lugar en el que no estamos nunca queremos probarlo todo pero ¿por qué no repetir si sabes que ya has acertado?

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Miguel Ayuso Rejas

Director

Cuando vamos de viaje a un lugar que no conocemos intentamos abarcar lo máximo posible: conocer varias playas, visitar los monumentos que nos señala la guía como imprescindibles y, claro está, comer en cuantos más restaurantes mejor. Pero ¿por qué no repetir si ya has encontrado el sitio que te gusta?

Para sorpresa de nadie, soy de aquellos que planifican su viaje hasta el más mínimo detalle en lo que respecta a la gastronomía.

Antes de viajar a cualquier sitio hago un estudio detallado sobre qué hay que probar y dónde. Mis fuentes son, por este orden: amigos con buen gusto que hayan estado (o, mejor, vivido) en el lugar en cuestión; guías y medios de gastronomía; si nada de esto funciona, ver fotos, cartas y comentarios en Tripadvisor y Google.

Una vez he hecho mi estudio, guardo todo en Google Maps y mi familia me dice cosas como “estás flipando”, “vamos a reventar” o “no nos va a quedar dinero en septiembre”, todas ellas afirmaciones más o menos justificadas. Pero este año en Cerdeña me ha pasado lo que nunca antes: había un restaurante cerca del hotel en el que nos alojábamos tan bueno que no he querido ir a probar ningún otro sitio.

Fregola La 'fregola ai frutti di mare' era el plato estrella de la trattoria. De un sabor y texturas increíbles, no tenía nada que envidiar a una buena paella.
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Que vivan las trattorias

Desde que viajo con niño intento coger un único alojamiento en vacaciones. Para las cinco noches que estuvimos en Cerdeña nos alojamos en un hotel en Castelsardo, un pueblo bastante turístico del norte de la isla.

El primer día, como llegamos agotados, comimos en el sitio más cercano al hotel. Sin más. Una oportunidad perdida. Pero esa misma noche conocí el que va a ser mi restaurante favorito del año: La Trattoria da Maria Giuseppa.

Ya tenía fichado este restaurante porque es el que recomendaban en varias de las guías de viaje que había consultado –a falta de guías gastronómicas, como el directorio italiano de Slow Food, siempre suelen ser mejores las recomendaciones de las guías de viaje que lo que pone en Google Maps–. Pero la sorpresa con este restaurante fue mayúscula.

Calamares Fritos Además de pasta y pizza, la trattoria tenía magníficas frituras.

Para un italiano una trattoria como esta quizás no tiene nada de especial: hay muchas igual de buenas en casi todos los pueblos y ciudades. Pero cada vez que visito el país (a poder ser una vez al año), me sigue sorprendiendo la profesionalidad de una hostelería que en España está en peligro de extinción: la que, sin despreciar al turista, apunta a un público local, con servicio ultrarrápido –gracias a una ratio de personal por comensal mucho mayor que el de España–, cocina casera y precios comedidos.

Aun pidiendo lo más caro de la carta, con vino, postre, café y digestivo es difícil salir por más de 30 euros por persona. Normal que estuviera lleno todas las noches en sus dos turnos.

Culurgiones Los 'culurgiones' son un tipo de pasta rellena de patata, queso y menta, típica de toda Cerdeña.

La cocina tradicional sarda

Y ¿qué se comía en la trattoria da Maria Giuseppa? Pues algunas de las más apreciadas especialidades sardas.

Me pareció espectacular la fregola ai frutti di mare, un plato sardo que recuerda enormemente a paella española. En vez de arroz se utiliza fregola, un tipo de pasta con forma esférica, que se vende tostada, lo que le da su característico sabor. Cocinada con mejillones, cangrejo, gambas, almejas y calamares, el plato, no tan caldoso como probamos en otros lugares, era exquisito.

Otra de las especialidades sardas que clavaban en la trattoria son los culurgiones, un tipo de pasta rellena de queso pecorino sardo, patata y menta, que se suelen acompañar de salsa de tomate y, este caso, almendra tostada. Brutal.

Raviolini Los 'raviolini de pesce al profumo di mare' se acompañan de un ragú de atún blanco. También riquísimos.

Probamos también los gnocchi sardos, que son muy distintos a los que se sirven en la Italia peninsular. Los gnocchi o gnoccheti sardos no se hacen con patata: son un tipo de pasta corta, que recuerda a las conchas o tirabuzones, pero con un calibre muy pequeño. Se suelen cocinar en salsa de tomate, con salchicha seca (que recuerda a nuestro chorizo), pecorino sardo y aceitunas.

Al menos en la zona norte de Cerdeña en la que estuvimos, casi todos los restaurantes tienen también una buena oferta de frituras de pescado, muy bien resueltas. Los calamares fritos estaban al nivel de unas buenas rabas cántabras. Me quedé con ganas de probarlos sobre una pizza, que es algo que tenían también en muchos locales. También en esta trattoria.

Pizza Las pizzas, de masa fina y cocinadas en horno de leña, estaban espectaculares.

También había pizzas

Y es que, para rematar, la trattoria ejercía también como pizzería –aunque solo en el turno de noche–. Y vaya pizzas.

No deja de resultarme sorprendente que a una carta de más de 30 platos, entre entrantes, pastas, carnes y pescados, se le pueda sumar otra treintena de pizzas y que todo siga teniendo un nivel altísimo.

Probamos varias pizzas, de la más clásica Margarita (que, como debe ser, costaba solo seis euros) a otras elaboraciones exquisitas como la pizza con bottarga o la de salchicha, queso fresco y aceite de hinojo. Pizzas estas, las más caras, que no pasaban de 12 euros.

De postre no podían faltar las seadas, el más clásico postre de Cerdeña: una especie de empanadilla rellena de queso y frita, que suele acompañarse con miel. Muy rica.

Con estos platos, ¿por qué tratar de buscar otro sitio mejor? Solo lo intentamos una noche, en la que subimos a visitar la parte alta del pueblo –mucho más turística– y comimos peor y más caro. En ocasiones, sobre todo teniendo en cuenta que puede que no vuelvas al lugar en años, es mejor repetir en el sitio que verdaderamente te gusta hasta la saciedad.

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