Cremosa, aromática, suave y fresca, la panna cotta es un postre ideal para el verano, o simplemente cuando no podemos o queremos usar el horno. Con un toque de azafrán y acompañándola de una salsa de fruta casera, disfrutaremos de un bocado dulce muy seductor que encantará a los amantes de los sabores lácteos.
Una buena panna cotta tiene que saber a nata y no abusar de la gelatina. Es más fácil aumentar la proporción de gelificante para asegurar un cuajado más firme que permite desmoldar sin sustos, pero merece la pena jugársela para conseguir esa irresistible textura cremosa. Si lo de desmoldar no se nos da muy bien, o si no queremos esperar varias horas de reposo, podemos servirla en vasitos o copas bonitas y listo.
Hemos querido dar un toque aromático de azafrán pero sin abusar; si te apasiona esta especia puedes aumentar la proporción de hebras o mantener una infusión a fuego mínimo durante más tiempo. Además hemos procurado no añadir demasiado azúcar para no enmascarar los sabores de todos los componentes. Elige una nata de buena calidad, con buena cantidad de grasa, o utiliza una versión sin lactosa si la necesitas.
Engrasar con aceite neutro o suave (girasol) unos moldes tipo flaneras o de silicona antiadherente. Si se prefiere servir la panna cotta sin desmoldar, elegir unos recipientes bonitos de cristal o cerámica.
Disponer la nata en un cazo, procurando estrujar bien los envases previamente agitados para extraer la máxima cantidad, con el azúcar, el azafrán y la vainilla de vainilla abierta con un corte longitudinal.
Calentar a fuego suave, removiendo con unas varillas para disolver el azúcar. Cuando vaya a entrar en ebullición, retirar del fuego y dejar reposar unos minutos. Mientras, disolver la gelatina en la leche fría.
Incorporar la gelatina disuelta a la nata y mezclar bien con las varillas. Pasar por un colador fino a una jarra y repartir la mezcla entre los moldes. Esperar a que se enfríen antes de llevar a la nevera, donde deberán reposar al menos 4-5 horas.
Para la salsa de arándanos, lavarlos y secarlos suavemente, y poner en un cazo con un chorrito de agua, el limón y el azúcar. Cocer a fuego muy bajo, machacándolos un poco, hasta que suelten sus jugos y el líquido reduzca al gusto. Enfriar y lleva a la nevera.
Desmoldar las panna cottas con mucho cuidado pasando un cuchillo fino por los laterales del molde. Servir con la salsa fría al gusto. Se desmoldarán mejor si las dejamos reposar toda la noche.
Con qué acompañar la panna cotta de azafrán
La idea es servir estas panna cottas con la salsa casera de arándanos, enfriada previamente, al gusto, pero se puede preparar igualmente con otras frutas o acompañarla con mermelada, fruta fresca, caramelo o un sirope al gusto. La cremosidad de este postre lácteo combina muy bien con el café de la sobremesa, mejor si es un espresso solo, caliente o en versión fría. Si nos gustan los contrastes de texturas podemos añadir unas galletas troceadas o unos frutos secos tostados picados.
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