La desmesurada fama que tienen los Miguelitos de La Roda pueden impedirnos ver el vergel de dulces que atesora Castilla-La Mancha en todos sus rincones. Especialidades golosas tan locales, que a veces son auténticos productos ignotos para el resto del mundo, como las curiosas patas de vaca que salen de los hornos de Molina de Aragón.
Situada en el nordeste de la provincia de Guadalajara, esta localidad de poco más de tres mil habitantes, que puede presumir de tener oficialmente el título simbólico de ciudad, ofrece un destino perfecto para una escapada de interior gracias a la riqueza de su patrimonio histórico y la belleza medieval de sus calles, plazas y monumentos. Pero también nos sirve de excusa visitar la villa, capital de la comarca del Señorío de Molina-Alto Tajo, en busca de manjares dulces.
De los obradores y los hornos de las casas salen todo tipo de dulces típicos, manchegos y también de la repostería tradicional española, pero las patas de vaca son una exquisitez única local. Aunque a día de hoy los preparan en muchos establecimientos, incluidos las cocinas del Parador, hay una pastelería en concreto que guarda la receta original, pues fue un invento propio.
Fue el tatarabuelo de Francisco Hurtado 'Curro', pastelero propietario de El Manolongo, quien dio forma a la receta de este dulce junto con otras confiterías de la villa. De aquellos tiempos tan solo el negocio de Hurtado sigue abierto, y la fórmula genuina guardada a buen recaudo, que sigue dando muchas alegrías a sus clientes habituales y visitantes ocasionales. Muchos de los cuales, tras probar este dulce, repiten, aunque eso implique recorrer varios cientos de kilómetros en su busca.
Las patas de vaca consisten en un bizcocho tipo esponja o genovesa muy suave, aderezado con diversos ingredientes, cuya miga se humedece y se rellena con una densa y melosa crema pastelera; se cala con una especie de almíbar por fuera y se reboza en azúcar. Tiene forma alargada y se corta en porciones, añadiendo más crema en los cortes. Así dispuesto, el dulce recuerda a la forma de una pezuña de vaca, de ahí su nombre.

A pesar de que puede sonar empalagoso, quienes lo prueban aseguran que no es un dulce que canse, sino que exhibe un dulzor equilibrado, muy aromático. Recuerda en su sabor y aromas a la leche frita, aunque tampoco faltan las comparaciones con un brazo gitano de crema, quizás porque comparten una receta similar en el bizcocho de la base.
Sea como sea, la receta completa es un secreto y solo podemos acudir a Molina de Aragón a probarlo en persona y juzgar por nosotros mismos.
Imágenes | Turismo de Castilla-La Mancha - Pasteleria El Manolongo
En DAP | Miguelitos de La Roda