Reformar la casa suena a rediscover tu hogar. Pero en la práctica, puede convertirse en una fuente de estrés permanente y facturas imprevistas. Y al cabo de unos meses, muchos se preguntan por qué lo hicieron de aquella manera.
El error número uno es lanzarse sin un proyecto claro. Empezar a picar paredes sin planos o presupuesto detallado es la receta perfecta para el caos, los sobrecostes y los arrepentimientos. Una vez ha empezado todo la marcha atrás es difícil.
Parte del problema es el presupuesto poco realista. Gastarse más de lo planeado o no reservar un entre un 10 y un 15 % para sorpresas es capaz de ponernos al borde del colapso financiero, justo cuando creías que lo peor ya había pasado.
Cuidado con las gangas
También está la opción de contratar al primero que aparece, sin comprobar referencias. Lo barato sale caro, y muchas veces terminas con acabados chapuceros y problemas legales que nadie quiere enfrentar.
Olvidar los permisos municipales es otro error frecuente. Reformar sin licencia puede conllevar sanciones, paralización de la obra… Y un nivel de mala hostia que no se pasa en semanas.

Mejor apostar por la calidad
La calidad de los materiales importa. Elegir lo más barato del almacén puede ahorrar hoy y costar el triple en reparaciones. Suelos, grifos o azulejos baratos son una apuesta por el mantenimiento eterno.
Otro error clásico es priorizar lo estético sobre la funcionalidad. Abrir la cocina solo porque está de moda arruina el triángulo de trabajo práctico y convierte lo que era una ventaja en un problema cotidiano.
Es importante el almacenaje
El diseño sin pensar en almacenaje es un boom visual que se convierte en caos. Cajones inútiles y armarios empotrados pueden ser bonitos, pero solo si caben tus libros, ropa y artilugios del día a día.
Y no hay que olvidar la iluminación: sin foco, lámparas o enchufes bien ubicados, hasta la casa más bonita parece un lugar de terror vintage, donde nada es operativo porque es horroroso ir a ciegas.
Por último, no supervisar la obra puede traer sorpresas desagradables. Aunque confíes en los profesionales, si no revisas cada fase, podrías descubrir grietas, filtros mal colocados o cables pelados cuando ya es tarde.
Foto | La Miko y Laurie Shaw
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