Desde tiempos remotos hasta hoy, las plumas han adornado prendas y accesorios, por su sensación de ligereza, lujo y elegancia. En los desfiles de alta costura, es común ver abrigos voluminosos o detalles en sombreros y bolsos con plumas. Lo que a primera vista parece inofensivo, sin embargo, esconde una realidad mucho más compleja y cruel.
En una sociedad cada vez más consciente de la ética y la sostenibilidad, surge una pregunta crucial: ¿es la moda con plumas un reflejo de glamour o un eco de crueldad animal? Desde una perspectiva vegana, la respuesta es contundente y se inclina por la segunda opción.
El veganismo se basa en el principio de evitar toda forma de explotación y crueldad hacia los animales, y el uso de plumas en la moda infringe directamente esta filosofía. Aunque a menudo se comercializan como un subproducto e incluso como "recolectadas humanitariamente", la realidad es que la industria de las plumas está intrínsecamente ligada a prácticas que causan sufrimiento animal. La demanda de plumas de avestruces, gansos o patos para adornos, ropa de abrigo o accesorios las convierte en meras mercancías.
El suministro de plumas es complejo y, en gran parte, oscuro. Tal como muestra el informe de 2023, titulado Feathers are the new Fur: Cruelty in Disguise, de Collective Fashion Justice (CFJ) y World Animal Protection, se denuncia cómo marcas minoristas, desde Boohoo hasta Net-a-Porter, han vendido plumas de aves etiquetadas como "pluma falsa" a pesar de no serlo.
Gran parte de las plumas utilizadas en la industria de la moda provienen de la producción de carne y foie gras, donde las aves son criadas en condiciones de hacinamiento y, a menudo, sacrificadas a una edad temprana. Incluso cuando se promociona el "plumón de origen ético" o el "plumón certificado", la garantía de bienestar animal es difícil de verificar. La certificación, en muchos casos, se enfoca en evitar el desplume en vivo, una práctica extremadamente cruel donde las plumas se arrancan de aves vivas, pero no aborda las condiciones generales de vida ni el sacrificio final de los animales.
Además del sufrimiento directo de las aves, la industria de las plumas tiene un impacto ambiental significativo que también es contrario a los principios veganos de sostenibilidad y respeto por el planeta. La cría intensiva de aves para carne y plumas contribuye a la deforestación, la contaminación del agua y del aire y las emisiones de gases de efecto invernadero.
La cantidad de recursos necesarios para mantener estas granjas industriales, desde el alimento hasta el agua y la energía, agrava aún más la huella ecológica de un producto que es, en esencia, innecesario para la vida humana. Optar por materiales alternativos no solo salvaría a los animales del sufrimiento, sino que también aliviaría la presión sobre los ecosistemas.

Hoy en día, existen numerosos materiales sintéticos y de origen vegetal que replican la ligereza, la calidez y la estética de las plumas. Fibras como PrimaLoft, Thinsulate, Sorona o Kapok ofrecen un rendimiento comparable e incluso superior. Estas alternativas no solo son libres de crueldad, sino que muchas de ellas también se fabrican con procesos más sostenibles, utilizando materiales reciclados o biodegradables. A diferencia de la pluma natural, que pierde gran parte de su capacidad aislante al mojarse, las fibras sintéticas retienen el calor incluso en condiciones húmedas.
Dicho lo anterior y retomando la pregunta inicial, el uso de plumas en la moda no puede considerarse ético. Esconde un sistema de explotación animal independientemente de las afirmaciones de "humanidad" o "sostenibilidad" que la industria pueda afirmar.
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