Hoy quiero enseñaros cómo hacer un caldo de pollo casero y reconfortante, con este tutorial para que lo hagáis en casa con trucos para que te quede lleno de sabor, sin grasa y listo para hacer vuestras sopas caseras.
Cuando hagáis la prueba y lo preparéis de la manera que ahora os cuento, nunca más volveréis a comer un caldo de pollo insulso o clarito como un "aguachirri", ni un caldo con gotitas de grasa flotando en la superficie.
Tal como ahora veréis, así podemos hacer un caldo de pollo lleno de sabor, con cuerpo y sin grasa, que será ideal para entonarnos cuando estemos bajos de forma o con frío, para tomar como consomé, para servir de base a una buena sopa de fideos o como líquido para hacer arroces, guisos y estofados. Y encima es facilísimo, como todos los caldos caseros.
Para hacer nuestro caldo de pollo casero y reconfortante necesitaremos unas carcasas o esqueletos de pollo. Podéis encontrarlos sin dificultad en cualquier pollería o supermercado. Para que el caldo tenga más sabor y color os recomiendo tostar los huesos antes de proceder a hervirlos.
Mi madre siempre los freía un poco en una sartén, pero yo os recomiendo tostarlos en la bandeja del horno, porque así no incorporamos nada de grasa. Otro truco, es añadir unas alitas de pollo, que apenas tienen carne y son muy baratas pero que aportan muchísimo sabor y colágeno, que dará cuerpo a nuestro caldo. Una vez tostado todo ello en el horno, lo pasamos a una gran cacerola o marmita y lo ponemos a cocer con 3 litros de agua.
Cuando lleve cociendo 45 minutos, aplastamos los huesos con una cuchara y agregamos las verduras indicadas, dejando cocinar todo durante otros 45 minutos. Las verduras refrescarán el caldo y aportarán un extra de sabor.
Como mejorar nuestro caldo de pollo casero
Una vez cocinado, colamos el caldo para retirar los huesos y volvemos a poner el caldo a cocer para concentrar el sabor y reducir un poco. Será suficiente con otros 15 minutos a fuego vivo para que los sabores se concentren y se evapore un poco de líquido.
En la superficie de la cacerola, habrá quedado una ligera capa de grasa que podemos retirar de una manera muy sencilla: poned el caldo cuando se haya enfriado en frascos y metedlos en la nevera durante un par de horas. Así, la grasa quedará arriba y la podremos retirar con facilidad porque se solidificará como si fuera mantequilla.
Cuando hayamos retirado la parte sólida de la parte superior, nuestro caldo estará listo para consumir o para congelar. Os recomiendo tener siempre un par de frascos de este caldo en el congelador porque viene muy bien para hacer un consomé o una sopa cuando vienen días fríos y porque es una base excelente para guisos y arroces como ya os hemos contado.
Si os fijáis en la imagen siguiente, podéis ver que al sacarlo del frasco y ponerlo en un cazo, el caldo parece una gelatina debido al colágeno que tiene, lo que hace que sea un caldo con cuerpo, de sabor intenso y sin nada de grasa. Obviamente, en cuanto se calienta, queda como un caldo normal y corriente, líquido, dorado y apetecible.
En qué puedes usar el caldo de pollo casero
El caldo de pollo casero y reconfortante es excelente para preparar muchísimos platos, como un buen consomé navideño, una sopa de pollo, añadiendo huevo cocido y opcionalmente una pechuga de pollo cocida y picada, una sopa de fideos o una sopa de picadillo.
También es genial para usarlo en muchísimas recetas de arroces o en guisos y estofados como el pollo guisado con salsa de avellanas entre otros muchos. Ya veréis cuántos usos vais a dar a este estupendo caldo, desgrasado y concentrado.
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