El adjetivo de humilde de estas papas hace verdadera justicia a una receta que nos ha encandilado por su extrema sencillez. Podemos incluirlas esa cocina de subsistencia que define a las gachas en todas sus variantes, cuando se cocían los cereales que cada región tuviera más a mano para calentar los estómagos con algo energético. En este caso nos vamos a Galicia y recurrimos a la harina de maíz o millo, tan común en aquellas tierras.
Revisando diferentes versiones del mismo plato que hemos podido encontrar por las redes, comprobamos que es una receta que se asocia a otros tiempos y despierta recuerdos de la auténtica cocina de pueblo y de los abuelos. En su versión más simple se cocía agua con harina de maíz hasta que espesaba para tener algo caliente en el cuerpo antes de enfrentarse a la jornada, pero también se podía enriquecer con leche -a menudo añadida solo en el momento de servir- y azúcar.
Es la variante más recordada hoy para darle un punto más goloso a una especie de natillas que perfectamente podemos convertir en veganas o sin lactosa, usando el líquido que más nos plazca, o ajustar la textura al gusto, dejándolas más melosas o más espesas. La harina de maíz, blanca o amarilla, no puede ser maicena (almidón o refinada) ni de grano grueso para polenta, ni precocida de arepas.
Disponer en un cazo, preferiblemente de fondo grueso, el líquido elegido o mezcla (unos 250 ml por persona) y calentar a temperatura baja. Tamizar encima la harina de maíz con la pizca de sal (dos cucharadas por persona) y comenzar a remover con unas varillas hasta integrar.
Continuar la cocción suavemente sin dejar que hierva a borbotones, removiendo suavemente con las varillas o una cuchara para evitar que se pegue al fondo y salgan grumos. Seguir cociendo hasta que espese al gusto, teniendo en cuenta que espesarán más al enfriarse un poco.
Añadir más leche, agua o harina si se quiere corregir la textura sobre la marcha. Servir caliente en cazuelitas con un chorrito de leche y azúcar al gusto.
Con qué acompañar las papas de millo
En su versión más simple esta especie de papilla o gachas de maíz se toma tal cual, con un chorrito (o chorrazo) de leche por encima. Para convertirlas en un postre o merienda algo más goloso lo típico es tomarlas con azúcar moreno o blanco al gusto, incluso podemodemos usar miel o gratinarlas si tenemos un soplete estilo crema catalana, o servirlas con canela molida. Para redondear el sabor de antaño, recomendamos acompañarlas con unas nueces o castañas asadas, y algo de fruta de temporada como mandarinas.
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