Para mí no hay un menú de celebración que se precie si no termina con un buen postre, pero es verdad que no apetece algo pesado después de una comilona. Por eso en mi casa en Navidad siempre apostamos por postres frescos y ligeros, como este sencillo sorbete de mandarina, que entra demasiado bien.
Y digo demasiado porque hablamos del sorbete típico de los menús de fiesta, el que se toma con pajita y que suele mezclarse con alcohol. Mi versión no lleva lácteos, ni falta que hace -como intolerante a la lactosa es algo que me da mucha rabia-, y como buen postre navideño, incorpora cava a la mezcla cítrica.
Refrescante y con un punto ácido, es casi adictivo, y tan refrescante como el clásico sorbete de limón sin alcohol o el sorbete de limón al cava.
La preparación de este sorbete es sencillísima y las cantidades un poco a ojo, porque se puede ajustar al gusto y raro sería que quedara malo.
Si tenéis licuadora os recomiendo usarla, ya que vamos a triturar las mandarinas completas y después habrá que colarlas. Otra opción es pelarlas por completo, piel exterior e interior, un trabajo que puede ser más o menos tediosos dependiendo de la variedad de fruta.
Necesitaremos aproximadamente 8 mandarinas, para obtener unos 350-400 ml de zumo. Es una cantidad variable aproximada con la que se puede jugar con las proporciones de los demás ingredientes.
Pelar las mandarinas, triturar y colar muy bien para obtener el zumo limpio, o usar licuadora. Mezclar con un poco de la ralladura de una de las pieles, sin llegar a lo blanco.
Batir con batidora de brazo o de vaso el sorbete con el zumo. Añadir el cava y batir un poco más hasta tener una textura homogénea. Probar y ajustar el sabor y la textura.
Servir en copas decoradas con unas hojas de menta o hierbabuena y granos de granada, como si fueran una hoja de acebo.
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Con qué acompañar el sorbete de mandarina
Podemos servir raciones más o menos grandes de este sorbete de mandarina según lo copioso que haya sido el menú. Lo mejor es tener todos los ingredientes listos y hacer el batido justo antes de servir, para no perder la textura cremosa del sorbete.
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